El APRA, como partido de frente único nacional indoamericano, se distingue de todos los demás partidos de izquierda
existentes en nuestras veinte repúblicas en cuanto a su finalidad y en cuanto a su organización. Recordemos que ningún partido,
sin exceptuar a comunistas y socialistas, se ha constituido en Indoamérica, hasta ahora, llevando como objetivo primordial
la lucha antimperialista. Los más avanzados y modernos han concedido a la acción contra el imperialismo un limitado aspecto,
casi siempre teórico y adjetivo de su programa doctrinario. En cuanto a su organización, todos los partidos de izquierda indoamericanos,
o circunscriben su radio de acción a las fronteras del país en el que han sido constituidos, o lo amplían hasta hacerlo confinar
con los límites del planeta. Los partidos radicales, social-demócratas y laboristas, corresponden a la primera clasificación.
Aislados en un localismo casi xenófobo, jamás han tenido la visión del problema continental; ni siquiera han dejado sentir
su acción en zonas geográficas aledañas. Amedrentados por los chauvinismos, o incapaces para descubrir la relación indestructible
e ineludible de nuestros países entre sí, se mantuvieron en un arrogante aislamiento. Los otros, los partidos llamados de
extrema izquierda, abarcan demasiado. Sectores subalternos de organizaciones mundiales, subordinan los problemas indoamericanos
a los que más interesan naturalmente a los comandos de sus partidos. Lógicamente, Europa es su objetivo. Fuera del viejo continente,
la visión política del mundo se torna brumosa y vaga. La generalización y el simplismo llenan los inmensos vacíos que dejan
abiertos el confusionismo y la ausencia de sentido realista. Tal ocurre con las secciones comunistas de la Tercera Internacional
y con las de ciertos sectores de la Segunda.
Entre este izquierdismo excesivamente cerrado y aquel otro tan ilimitadamente
abierto, la realidad impone un izquierdismo de inspiración y método realistas coherente con los problemas de Indoamérica.
A la concepción local o de nacionalismo chico de los partidos aislados en cada república -cuya antítesis es la proyección
mundial de los partidos internacionales-, el aprismo plantea como síntesis la acción continental o indoamericana. Ella eleva
a primera categoría política la lucha contra el imperialismo que, como hemos de verlo en seguida, no puede ni limitarse a
cada país aisladamente, ni confundirse con la lucha mundial.
En el artículo que sirve de punto de partida y de referencia a esta
exposición -"¿Qué es el APRA?"-
leemos las siguientes líneas:
"Como el problema es común a todos los países latinoamericanos en
los que las clases gobernantes son aliadas del imperialismo y explotan unidos a nuestras clases trabajadoras, no se trata,
pues, de una cuestión nacional para cada una de las repúblicas de la América Latina".
Y, luego, en el párrafo siguiente:
"Nuestra experiencia histórica en América Latina, y especialmente
la muy importante y contemporánea de México, nos demuestra que el inmenso poder del imperialismo yanqui no puede ser afrontado
sin la unidad de los pueblos latinoamericanos".
Ninguna experiencia histórica, en verdad, más cercana y más aprovechable
para los indoamericanos, que la que nos ofrece México. En mi concepto, la Revolución mexicana es nuestra revolución; es nuestro más fecundo campo de ensayo renovador. Sus aciertos y sus errores,
sus fracasos y sus éxitos, sus contradicciones y sus impulsos constructivos, han de derivar para nuestros pueblos las más
aprovechables lecciones. Recordemos que la Revolución Mexicana ha sido un movimiento espontáneo, que es preciso examinar,
en toda su fascinante y a veces terrible realidad para comprender que nunca fue más exactamente aplicado el vocablo "biológico"
a una revolución como en este caso. Lombardo Toledano ha escrito con justeza: "...quien quiera saber de la Revolución Mexicana
que no fije su atención exclusivamente en las palabras o en los actos de sus caudillos aparentes, militares o civiles: la
Revolución se ha hecho con la cooperación de ellos, pero muchas veces ha tenido que abrirse paso contra su voluntad"[27].
A las puertas del más poderoso e imperialista país de la tierra,
México ha hecho lo que su realidad le ha permitido hacer. Su impulso revolucionario detenido o desviado muchas veces, ha sido
espontáneo y vigoroso. Ha pretendido ser aprovechado o por el imperialismo y sus agentes o por dirigentes miopes o sensuales,
pero así -como el empuje autóctono de un pueblo que quiere libertarse de toda opresión- la revolución mexicana conserva su
extraordinario valor de experiencia para América.
No olvidemos, en primer término, que la revolución mexicana no la
hicieron los comunistas... No es indispensable ser comunista para ser revolucionario. El llamado "bolchevismo mexicano" es
una de las tantas frases hechas que factura la prensa imperialista y repiten los ignorantes o malintencionados. Recuerdo que
en uno de mis artículos sobre México publicados en la revista de Londres "Foreign Affairs" (1925) citaba las palabras que
traduzco enseguida de un artículo de "The New York World", firmado por un escritor norteamericano bastante conocido: Mr. Walter
Lippman: "Esta revolución -la mexicana-, que es frecuentemente llamada bolchevique y adscrita por escritores sin cuidado a
los comunistas rusos, comenzó y terminó mientras el zar estaba todavía en el trono de Rusia. La nueva constitución mexicana
que incorpora las conquistas de la revolución, comenzó a regir el 1º de mayo de 1917, seis meses antes de que Lenin tomara
el gobierno de Rusia".
Y no hay que olvidar tampoco que México en su lucha revolucionaria
por su independencia económica fue hasta donde pudo ir solo. Ningún país aislado de Indoamérica podría haber ido más lejos.
Ésa es la primera lección que nos ofrece la revolución mexicana. Sus limitaciones y sus derrotas son características de un
pueblo que lucha aisladamente por libertarse del imperialismo y de sus aliados internos, bajo la presión del poder formidable
y próximo de su gran enemigo. Antes de ahora he escrito sobre la Revolución Mexicana conceptos en los que creo necesario insistir
hoy.
"En México, nosotros encontramos una revolución espontánea, sin
programa apenas, una revolución de instinto, sin ciencia. México habría llegado a cumplir una misión para América Latina quizás
tan grande como la de Rusia para el mundo, si su revolución hubiera obedecido a un programa. Pero la revolución mexicana no
ha tenido teóricos ni líderes. Nada hay organizado científicamente. Es una sucesión maravillosa de improvisaciones, de tanteos,
de tropezones, salvada por la fuerza popular, por el instinto enérgico y casi indómito del campesino revolucionario. Por eso
es más admirable la revolución mexicana: por que ha sido hecha por hombres ignorantes".
Y en el siguiente párrafo:
"Pero México no ha resuelto aún muchos de sus graves problemas y
corre el riesgo de caer o en la estagnación o en el retroceso. Todas las fuerzas espontáneas de la revolución mexicana necesitan
de orientación. México tiene ante los ojos el problema industrial que tampoco ha acometido. El imperialismo es ahora un riesgo
terrible para México y sólo se salvará de él o por golpes de instinto y de rebeldía o por un estudio científico y una dirección
más segura y sabia de su política, que en esta lucha no puede estar desligada del concurso revolucionario de los demás
pueblos latinoamericanos"[28].
En el mapa económico del mundo, Indoamérica es una sola región colonial
o semicolonial. Hasta hace pocos años en algunas de nuestras repúblicas, en las más avanzadas de Sudamérica especialmente,
existía la ilusión de la independencia económica. Particularmente en los países donde la influencia inglesa -detenida en sus
efectos políticos por la rivalidad yanqui[29]- no había sido balanceada o superada por ésta. Los mismos partidos revolucionarios izquierdistas cayeron en
ese espejismo de independencia. Creían que cada una de aquellas repúblicas era, económicamente, como un país europeo, como
Inglaterra, como Francia, como Alemania. Leían y releían a Marx en todo o en parte, y queriendo aplicarnos la historia ajena,
inventaron una "revolución industrial", una "clase burguesa dominante" y "el aparato del Estado" instrumento de esa clase.
La literatura socialista en varios de nuestros países es de hilarante candor en su mayor parte.[30] Por eso los programas políticos no encajaban con la realidad y se deformaban hasta lo ridículo. Cuando los apristas
de hoy advertimos por primera vez: "nuestros países son colonias o semicolonias", hubo extrañeza y protesta. Cuando la nueva
generación revolucionaria indoamericana lanzó sus invocaciones ante el peligro del imperialismo -desfigurado ya por otra literatura
sentimentalista, no menos irreal ni menos vaga que la de los teóricos de izquierda-, hicimos tambalear castillos de tesis,
doctrinas y retórica, y produjimos pavoroso desconcierto. Pero nuestra acometida resultó victoriosa desde los primeros tiempos.
José Ingenieros nos había ayudado con la admonición precursora; luego una falange de gente joven realista y certera planteó
ante nuestros pueblos el problema preciso. Los programas de los izquierdistas, especialmente de los que pomposamente se creían
conductores omnisapientes del movimiento social en nuestros pueblos, fueron escondidos como sombreros de paja en lluvia de
verano. Entonces quisieron alcanzarnos, pero fue tarde. Las muletas y muletillas de la ideología extranjera se les habían
pegado a piernas y brazos y no podían marchar libremente. La separación entre ellos y nosotros, coincidente con una separación
de época, de generación, definió con nitidez los límites de nuestro campo de batalla de los del campo... santo.
Esa etapa precursora era necesaria. Ha sido la niñez de nuestro
movimiento, con su consecuente "enfermedad de infancia" que diría Engels[31]. Pero nosotros hemos aislado sanitariamente a los enfermos o hemos sepultado piadosamente a los muertos, y vamos
adelante. La cuestión que hoy plantea el imperialismo a nuestros pueblos es una cuya respuesta no puede eludir ninguno: ¿Estáis
seguros de vuestra libertad? ¿Sois, en realidad, Estados soberanos?
"Nuestro mundo vive una vida económica que traspasa las fronteras políticas"[32] y la primera consecuencia del creciente dominio económico del imperialismo norteamericano en nuestros
países, es una consecuencia política: el problema de la libertad nacional.
¿Somos, en realidad, pueblos libres? Después de cien años de la derrota de España, de nuestra regocijada conmemoración
actual de aquella victoria, nos cuesta trabajo pensar que de nuevo somos esclavos -más o menos esclavos-. ¡Muchos se irritan
ante la sospecha; y no faltan miembros del oficialismo cubano o nicaragüense, por ejemplo, capaces de batirse en duelo en
nombre del pudor sagrado de su patria, contra quienes se atreven a dudar de su absoluta libertad nacional, teniendo bandera
propia y unos presidentes de la República con bandas y condecoraciones!
Pero, de nuevo, la lección admirable de México nos ofrece su experiencia valiosísima.
La revolución mexicana hubiera sido la revolución más avanzada de la época, quizás, si no hubiera chocado con la presión imperialista.
México no se ha detenido por falta de élan revolucionario. Se ha detenido por falta de fuerza material para imponer
totalmente las conquistas de su revolución[33]. En cualquier país de Indoamérica cuyo pueblo, en nombre de su derecho soberano a adoptar la forma política
y social que tuviera a bien, o que creyera de acuerdo con la justicia se alzara para imponerla, aparecerá la misma interrogación
inquietante. ¿Será permitido por los intereses del imperialismo norteamericano? Las oligarquías o clases dominantes aliadas
con el imperialismo y sus servidores desde el poder, plantearán la cuestión. Washington lo hará en su hora, de acuerdo con
la tesis imperialista de Mr. Hughes en el Congreso de La Habana, vertida en su discurso arrogante que ningún delegado cumplió
con el deber de responder[34]. "Como es natural, los Estados Unidos no pueden renunciar al derecho de defender los intereses de sus conciudadanos",
dijo el diplomático imperialista. El criterio de "peligro" de esos intereses y el criterio de "defensa" de ellos mismos, es,
como la doctrina de Monroe y como todo en la política del Panamericanismo, de interpretación unilateral[35]. Pertenece por entero al juicio de los Estados Unidos. Y la historia de Cuba, de Santo Domingo, de Haití, de
Honduras, de Panamá, y la historia fresca en sangre de mártires de Nicaragua nos dice bien a las claras de la muy discutible
honradez de ese juicio.
El problema primario de nuestros países es, pues el problema de la libertad nacional amenazada por el imperialismo que impedirá por la violencia todo intento político
o social de transformación que, a juicio del imperio yanqui, afecte sus intereses. Ese problema es común a todos nuestros
países. Ninguno podría declarase ajeno a él. La influencia económica del imperialismo norteamericano en Indoamérica es bien
conocida. Aunque no sea la misma en sus modalidades en un país del Caribe que en el Perú o en la Argentina, la influencia
existe y se acrecienta. El Congreso Antimperialista de Bruselas se vio obligado a sancionar mi tesis de "los cuatro sectores"[36] en vista de su imposibilidad para negarla. El sector de México y el Caribe; el sector de las repúblicas
bolivarianas; el sector de Chile y las repúblicas del Plata y el sector del Brasil, aparecen cada vez más definidos como zonas
de influencia imperialista económica y política, diferenciados por gradaciones tácticas de acuerdo con la realidad de cada
una[37]. Los cinco mil millones de dólares invertidos por los capitalistas yanquis en Indoamérica necesitan captar y
dominar todas las seguridades posibles. Esos capitales enormes necesitan multiplicarse bajo las más absolutas garantías de
seguridad y orden. Cualquier amenaza contra la explotación tranquila de las masas trabajadoras será violentamente reprimida.
Si los gobiernos no tienen fuerzas suficientes para garantizar la seguridad de esos miles de millones de dólares invertidos
en las empresas, el imperialismo pondrá sus ejércitos y sus escuadras todopoderosos al servicio de "los intereses de sus conciudadanos".
A medida que esas inversiones vayan en aumento -como que aumentan todos los días- las exigencias de Washington en nombre de
su seguridad serán mayores. Un día podría llegar en que en nombre de los intereses de sus conciudadanos, cuya defensa no puede
ser renunciada, según la declaración de Mr. Hughes -recordémoslo una vez más-, los Estados Unidos rodearán a Indoamérica con
las murallas de fuego de sus artillerías gigantes. Ésta sería empresa cara. No se acomete ahora por que no hay necesidad de
emplear tanto dinero para defender cinco mil millones. Cuando ellos sean diez mil o veinte mil o cincuenta mil, la posición
norteamericana será otra. Nuestros pueblos podrían llegar a ser una gran Nicaragua. Entonces, ya nuestra libertad o soberanía
nacional pasaría como el recuerdo de la edad juvenil de nuestras abuelas, a ser tema melancólico de sobremesa después de alguna
cena de octogenarios.
Nuestra primera tarea política es, consecuentemente, la tarea de defender nuestra soberanía. En esta obra de defensa
ningún país aislado puede obtener la victoria. Si el peligro es común, económico, con proyecciones políticas, la defensa tiene
que ser también común. De ahí la necesidad elemental de un partido de franca orientación antimperialista; partido único indoamericano
que lleve un plan expreso de acción realista para afrontar el gran problema. Y un partido así no necesita de interminables
programas complicados. Basta uno breve y conciso que exprese un enunciado sintético de doctrina y de acción comunes.
Algunas gentes se han sorprendido del laconismo extraordinario del programa del APRA. Nosotros hemos creído que los
cinco puntos encerraban completamente los grandes problemas básicos de Indoamérica. La aplicación de estos cinco lemas o la
forma de hacerlos realizables en cada país será cuestión del programa nacional del partido que cada pueblo redacte y sancione,
tan ampliamente como sea necesario. El programa del APRA es aplicable a cualquiera de los países indoamericanos. ¿Cómo va
a ser aplicado? Es asunto que depende de las condiciones de la realidad de cada país. Tanto pueden tomarlo como base de programas
de acción nacional el Brasil o Costa Rica, Chile o Haití, el Perú u Honduras. El programa, como ya hemos visto, contiene cinco
mandatos en escala lógica: la acción contra el imperialismo tiene como corolario la unidad política de Indoamérica, que a
su vez -como defensa ante los avances del imperialismo que viene a capturar nuestra riqueza- nacionalizará la tierra y la
industria. La internacionalización del Canal de Panamá es la liberación de un medio de circulación de la riqueza, indispensable
para la vida económica libre de nuestros pueblos. "Pro-mundi beneficio" tiene por lema el escudo de la pequeña república panameña.
Pero el apotegma latino de su flamante blasón republicano no se ha cumplido en los hechos. El Canal de Panamá para beneficio
del imperialismo, es un instrumento de dominación sobre nuestros países y un gran peligro en caso de guerra. Su internacionalización
sería, pues, imperativa para una completa victoria sobre el imperialismo. Por eso constituye para nosotros un principio indoamericano
económico y político[38].
El quinto lema no implica un mero lirismo generoso. El APRA participa
enteramente de los ideales de liberación de todos los pueblos y clases sojuzgados por el imperialismo en el mundo. Nuestra
diferencia con los románticos del universalismo antimperialista, que quieren uncirnos al carro de las causas liberatrices
de India, de China, o del África inglesa, estriba en que históricamente creemos que ninguna región políticamente independiente
del mundo está más amenazada por el imperialismo que Indoamérica. Basta revisar las estadísticas y la geografía económica.
¿Cuál es el país de mayor potencia en estos tiempos? ¿Cuál es el país de mayores posibilidades como imperio sobre el haz de
la tierra en esta época? No se va a negar que los Estados Unidos del Norte. Ahora bien, ¿cuál es la región más próxima a los
Estados Unidos y -esto es más importante- la región donde los Estados Unidos hayan invertido mayores capitales? Veamos el
cuadro de inversiones más recientes, sin incluir deudas de guerra, en millones de dólares:
En Europa
|
U.S. $ |
4,300 |
En Asia |
|
100 |
En Canadá |
|
3,900 |
En Indoamérica |
|
5,200[39] |
Si no aceptamos con Hobson la distinción humorística: "Patriotism is the love
our own country and Imperialism the love for more country"[40], y si contemplamos el problema económicamente, tendremos que reconocer que la región del mundo en mayor peligro
por la calidad del agresor imperialista es Indoamérica. Las cifras lo indican así. El APRA -cuestión fundamental de diferencia
con los románticos del antimperialismo mundial- proclama su más amplia solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidos
del mundo, pero se propone acometer la tarea histórica de liberarse del más monstruoso poder agresor de estos tiempos, para
hacer práctica después su ayuda y su cooperación a los hermanos sojuzgados. Hasta estratégicamente es lógico que los más próximos
al mayor poder imperialista de la tierra seamos los que luchen primero; por nosotros y por los demás. Es inocente y pueril
ir a ofrecer ayuda a los extraños en esta hora urgente para nuestros pueblos. O ir a pedirla cuando bien sabemos que no pueden
darla. Caso concreto: Nicaragua. Cuando vimos unos cuantos auto-delegados, de entre los que dos o tres representaban verdaderamente
a fracciones de Indoamérica ir al Congreso mundial de Bruselas, que ya he mencionado, y quedar relegados en cuarto término,
bajo la batuta de los comunistas criollos, tuvimos que reconocer una vez más -a pesar de nuestros esfuerzos para ser optimistas-
que era llegada la hora de independizar a nuestros movimientos antimperialistas de aquella servidumbre ridícula e inútil.
Es necesario ver el papel de nuestros delegados libertadores en los congresos europeos, en Moscú, en Bruselas y en
París, para comprender exactamente todo lo falso y tonto de esas excursiones turísticas. El problema no está allá. Allá se
nos mira como ejemplares pintorescos de regiones fantásticas y se nos pregunta, con frases hechas, por la extensión, población
y ciudades principales de nuestros países. ¡Se hacen viajes tan largos para dar lecciones de geografía de kindergarten! Los
resultados prácticos, las consecuencias realistas de toda esta movilización inútil, no afectan, como vemos, la marcha de los
acontecimientos históricos en nuestros países. Se repite en cierta forma la burda comedia de los congresos inter-burgueses
de tipo panamericano. Y es que teniendo el enemigo tan cerca, con casi cien millones de habitantes que defender y tantos millones
de kilómetros cuadrados que resguardar, no debemos ir a Europa a pedir consejos o guías para recibir lecciones de lucha[41]. Sin abandonar nuestra fraternal solidaridad con el resto del mundo oprimido, y utilizando todos los elementos
que pueden servir a la causa libertadora, el APRA, con táctica realista, proclama la necesidad de una acción exclusivamente
indoamericana por la libertad de nuestros países. Mientras, como hasta hoy, el peligro gravite sobre nosotros tan cercanamente,
somos nosotros los que debemos afrontarlo. Y aquí parafraseando al fundador de la Primera Internacional, repetiremos: La emancipación antimperialista de los pueblos indoamericanos se deberá a los pueblos indoamericanos mismos.
Notas
[27]
Vicente Lombardo Toledano. La Libertad Sindical en México, Talleres "La
Lucha", México, 1926, Cap. V, pág. 197.
[28]
Escrito en 1925. Aparece en el libro Por la Emancipación de la América Latina,
op. cit.
[29]
Es preciso tener presente que en cuanto a inversiones en total, el imperialismo inglés y el norteamericano
están equilibrados en Indoamérica. La influencia económica inglesa predomina en el tercer y cuarto sectores (Chile, países
del Plata y Brasil), pero su acción política no tiene el carácter ostensible y agresivo del imperialismo yanqui, intérprete
único de la Doctrina Monroe. Esta rivalidad imperialista impone al capitalismo inglés una política más cauta, pero no menos
succionante. J. A. Hobson ("The Evolution of Modern Capitalism" London & New York, 1927, op. cit.) anota que los
bancos de los Estados Unidos absorben en su mayor parte la financiación de sus grandes industrias y también entraron en el
campo internacional, agregando que "The National City Bank ha sido el pionero en el establecimiento de secciones extranjeras
en Brasil, Argentina, Uruguay y Cuba" (pág. 466, op. cit.). Como dato ilustrativo copio del discurso de Mr. Thomas A. Lamont,
ante la 3ª Conferencia Comercial Panamericana de Washington, hablando en general sobre las inversiones inglesas: "Se estima
que al estallar la guerra, las inversiones inglesas allende el mar montaban aproximadamente a veinte mil millones de dólares.
Durante la guerra los capitalistas ingleses vendieron sus valores americanos en una escala muy extensa. Sin embargo, el Canciller
de la Tesorería inglesa declaró en 1925 que sus conciudadanos todavía poseían en inversiones extranjeras una suma equivalente
a casi quince mil millones de dólares y sin duda éstos deben haber vuelto a alcanzar la cifra de veinte mil millones". Actas
de la 3ª Conferencia Comercial Panamericana. Edit. Unión Panamericana. Washington, 1927. pág. 345. (De estos quince o veinte
mil millones, una tercera o cuarta parte están invertidos en Indoamérica, como se verá en una nota comparativa más adelante).
[30] La más autorizada y seria literatura socialista científica en Indoamérica
adolece de esta falsa posición. Es el caso del ilustre Juan B Justo -jefe del socialismo argentino y primer traductor de "Das
Kapital" al castellano-. En su interesante sinopsis "El Socialismo Argentino" (Edit. La Vanguardia, Buenos Aires,
1915), Justo define el movimiento revolucionario de Mayo de 1810 en Buenos Aires como "netamente burgués" (pág. 13). Pero
al historiar el desarrollo del movimiento socialista argentino -fundado e impulsado por europeos inmigrantes-, constata que
"era un movimiento realmente extranjero" (pág. 25). Justo no hace mención alguna de la influencia del imperialismo y enfoca
el problema social argentino desde un punto de vista completamente europeo.
[31] "...eine Kinderkrankheit" Engels, Anti-Dühring.
Prólogo, 1878.
[32] Prof. Achille Villate, Economic
Imperialism and International Relations in the last Fifty Years. The Macmillian Co.,
N. Y. 1923, pág. 165.
[33]
Los intereses del imperialismo han jugado, como es sabido, decisiva influencia en México. Principalmente
los intereses del petróleo. Recordemos que "el petróleo ha fomentado revoluciones en México, ha derrocado a una serie de presidentes
en esa república y ha conducido ejércitos hostiles a través de sus fronteras". Louis Fischer, Oil Imperialism. International
Publishers, New York, 1926. pág. 9.
[34]
Véase Diario de la VI Conferencia Internacional Americana. Edit. Washington, 1927. Nº 36, pág. 537. Véase
también Intervención-Panamericanismo, por Víctor M. Maúrtua. La Habana, 1932.
[36]
El texto de la tesis es el siguiente:
Los cuatro grandes sectores del imperialismo
yanqui en América.
"De acuerdo con
el principio anterior, tenemos que dividir en nuestros estudios sobre el imperialismo en América Latina los cuatro grandes
sectores de su acción, en cuatro zonas perfectamente distintas".
El primer sector
es "el sector del Caribe". México, Centro América, Panamá y las Antillas donde se unen los intereses directos de expansión
económica y los indirectos de estrategia militar, construcción de canales interoceánicos y bases navales de defensa para los
Estados Unidos y de contralor y ataque para Sudamérica. En este sector del imperialismo ha pasado ya el período de la concesión,
del tratado de la acción diplomática, y ha entrado en el de acción agresiva, de la amenaza o de la violencia, desembarco de
tropas (Cuba, Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Honduras, Panamá, México, son ejemplos históricos de esta forma culminante
del imperialismo yanqui en ese sector).
El segundo sector "es el sector de las repúblicas bolivarianas": Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, donde
la acción imperialista se halla aún en el período del empréstito, de la concesión, del tratado, interviniendo veladamente
en la marcha de la política interior, alentando los despotismos y convirtiéndolos mediante el apoyo financiero, en agentes
del imperialismo en esos países.
El tercer sector lo constituyen los países donde las condiciones económicas han producido mayor desarrollo nacional,
donde el estado es aún más definido y estable "instrumento de opresión de una clase social sobre otra" y donde los proletariados
son más organizados y más numerosos: "sector de Chile y los países del Plata". En esas repúblicas, campos de mayor influencia
del imperialismo británico y donde el capitalismo industrial ha llegado a su mayor grado de avance en América Latina, la acción
del imperialismo yanqui es de más definido aspecto financiero, bancario, de crédito industrial y agrícola, formación de grandes
compañías, acción más que ligada directamente con el Estado mismo, con la clase dominante que la normalidad del Estado asegura
y garantiza.
El cuarto sector:
"sector de Brasil", que, con excepción de Chile, es el país latinoamericano donde los Estados Unidos tienen mayores inversiones,
según afirma Robert Dunn (American Foreign Investments, New York, 1925), país que por sus peculiares condiciones económicas,
políticas y sociales presenta una fisonomía característica en su desenvolvimiento y es el vasto campo de los imperialismos
más fuertes". Haya de la Torre, Por la Emancipación de la América Latina. Edit. Gleizer, Buenos Aires 1927, pág. 207.
[37] "Que los Estados Unidos reconoce la necesidad de
una distinta política regional en el área del Caribe fue reconocido por el Secretario de Estado Hughes, en un discurso público
pronunciado el 30 de agosto de 1923"... Esto fue admitido, también, por el Presidente Coolidge el 27 de abril de 1927, cuando
dijo que: "hacia esos países, we feel a moral responsibility that does no attach to the other nations". Artículo de
Mr. Charles W. Hackett, profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de Texas, en "Current History". Nueva York.
Septiembre de 1927.
"Los Estados Unidos miran al Caribe como una natural zona de influencia, donde han intentado ejercer hegemonía.
Con este fin los americanos han trabajado para protegerla de todo peligro de competencia política". Prof. Achille Villate. Economic
Imperialism and International Relations during the last Fifty Years. The Macmillian Co., New York, 1923, pág. 63.
[38]
En cuanto al proyectado Canal de Nicaragua, el APRA mantiene el mismo principio
de internacionalización que, como es sabido, obedece a un antiguo afán por mantener neutrales y libres los estrechos y canales.
Vale recoger una cita a este respecto: "En 1850 los Estados Unidos habían concluido un tratado con Inglaterra -el Tratado
Clayton Buwler- que proveía la construcción de un Canal a través de Nicaragua. El principio de neutralidad de esta vía internacional
fue admitido y los poderes signatarios debían invitar a otras naciones para unirse a ellas en la garantía de esa neutralidad.
En la víspera de la guerra contra España la construcción del Canal se consideraba necesaria pero la opinión fue modificada
con ese motivo". Y otra, complementaria: "El Tratado Hay-Paucefoute, concluido en 1901, satisfizo a los Estados Unidos. Inglaterra
aceptó la aprobación del tratado de 1850; el principio de neutralización del Canal fue mantenido, pero en lugar de una garantía
colectiva, los Estados Unidos asumían la responsabilidad prometiendo simplemente que el Canal será libre y abierto a los
barcos de comercio y de guerra de todas las naciones. Inglaterra reconocía los derechos (de Estados Unidos) a construirlo,
a administrarlo y a dirigirlo". Profesor Achille Villate. Economic Imperialism and
International Relations during the last Fifty Years. The Macmillian Co., New York, 1923.
Págs. 36 y 37.
En cuanto al Canal de Panamá, el tratado fue firmado en Washington el 18 de noviembre de 1903 por P. Bunau-Varilla
y John Hay: "no en páginas de texto bilingüe como se acostumbra generalmente hacer cuando las Altas Partes Contratantes son
dos que hablan lenguas diversas"... "En semejantes circunstancias no es de extrañar que se hubieran deslizado varios errores
graves en materia de equivalencias lexicológicas que un examen comparativo posterior fue revelando"... "En el art. III con
referencia a los derechos, poder y autoridad que Panamá concede a los Estados Unidos en la Zona del Canal, la traducción castellana
dice: "...los cuales poseerán y ejercitarán los Estados Unidos como si fueran soberanos, etc.". El texto inglés contiene,
en realidad, una creación condicional de negación implícita que puesta en español es así: "...los derechos, poder y autoridad
que los Estados Unidos poseerían y ejercitarían si ellos fueran soberanos, etc.". Tomado de la Edición Oficial de la "Convención
Celebrada por la República de Panamá y los Estados Unidos de América para la construcción de un Canal para buques a través
del Istmo de Panamá, para comunicar los Océanos Atlántico y Pacífico". Rep. de Panamá. Secretaría de Relaciones Exteriores.
Imprenta Nacional, 1927. Sobre el proyecto de nuevo tratado, véase el folleto revelador de Fabián Velarde: Análisis del
Nuevo Tratado. Star & Herald, Panamá, 1927.
El Canal de Suez es administrado por la Compagnie Universelle du Canal Maritime de Suez, cuyo "status"
internacional fue determinado por la llamada Convención de Constantinopla el 29 de octubre de 1888. Establece en su artículo
I que "El Canal Marítimo de Suez estará siempre abierto en tiempo de guerra como en tiempo de paz, a todos los barcos de comercio o de guerra, sin distinción de bandera" (*) El Canal de Kiel fue internacionalizado
por el tratado de Versalles, estableciendo la libertad de acceso a todos los barcos en paz y en guerra, aunque manteniendo
la administración alemana. Véase "The Treaty of Peace" with notes by Harold W. V. Temperley.
Introduction by Lord Robert Cecil. London 1920, part. XII, arts. 380-386.
(*) El Canal de Suez se inauguró en 1869. Fue construido por Fernando de Lesseps y una sociedad franco-inglesa, cuya
mayoría de acciones adquirió Inglaterra en 1875. Desde entonces Inglaterra mantuvo el control del Canal hasta 1956 cuando
Egipto lo nacionalizó, después de que el Coronel Gamal Abdel Nasser asumió el poder. - N. de los E.
[39]
Véase el cuadro completo de inversiones en el Cap. I. Mr. Evans Clark calculaba en un artículo publicado
en "The New York Times" en la última semana de enero de 1928, reproducido por "Excelsior" de México el 13 de marzo de 1928,
que las inversiones extranjeras en Indoamérica eran como sigue:
|
Millones de
dólares |
De los Estados Unidos de N.A. |
5,200 |
De Inglaterra |
5,200 |
De otros países |
2,200 |
Total de capitales extranjeros invertidos en Indoamérica
hasta 1928 |
12,600
|
[40] J. A. Hobson: Imperialism. A Study. London,
1902. "Imperialismo puede ser usado como un término descriptivo que implica penetración económica para adquisición de materias
primas y mercados para realizar inversiones financieras". Harry Elmer Barnes.
New Tactics in Social Conflict. Symposium. Edited by H. W. Leider and Norman Thomas (Annual Conference of the
League for Industrial Democracy) Vanguard Press, New York,
1926, págs. 158-159.
[41]
Superficie de los Estados Unidos del Norte: 9,537,849 kilómetros cuadrados o sea, el 23.33% sobre la
superficie total de América.
Superficie de América Latina o Indoamérica: 20,719,271 kilómetros cuadrados, o sea, el 50.68 % de la superficie total
de América.
Población probable de los Estados Unidos en 1925, incluyendo posesiones 126,815,230 habitantes.
Población de la América Latina o Indoamérica, según los últimos censos practicados en las diversas repúblicas que la
integran: 93,357,405 habitantes.
La población de los Estados Unidos es 35.48% mayor que la de toda Indoamérica.
En el año 1790 de acuerdo con los datos publicados por "The History and Growth of the United Status Census"
la superficie de los Estados Unidos era de 1,327,709 kilómetros cuadrados con una población de 3,929,214 de habitantes. De
manera que en un período de algo más de 130 años su superficie ha aumentado en un 618.36% y su población en un 3,127.49%.
En 1965 la población de los Estados Unidos fue de 193,800,000 de habitantes y la de América Latina llegó a 245,400,000
de habitantes. Es decir, en ese año la población de América Latina ha sido 26.5% mayor que la de los Estados Unidos.
Se estima que en 1970 los Estados Unidos tendrán 211,600,000 habitantes y América Latina 282,333,000, o sea que será
mayor en 33.4%. (Nota de los Editores).
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