Observando seriamente la realidad social y económica de
Indoamérica, salta a la vista un problema político vasto y nuevo, cuyas fórmulas de solución no tienen cabida ni alcanzan
ajuste en los conocidos moldes ideológicos europeos. Al descubrimiento y estimativa de ese problema se llega más pronto por
los caminos del marxismo. No del marxismo dogmático e infalible de los sínodos moscovitas -que en estas tierras tórridas repiten
genuflexos los comunistas criollos-, sino del marxismo dialéctico, universal y dinámico. De aquel que sostiene que "la teoría
sólo deviene realizable en un pueblo siempre que ella represente la satisfacción de las necesidades de ese pueblo"[102].
El planteamiento de ese problema, complejo y característico, es la razón histórica de la existencia del APRA. Las fórmulas
políticas que desde hace un siglo se aplicaron a nuestra realidad social indoamericana, han envejecido sin madurar. Nuestros
regímenes republicanos se han contexturado débilmente y aún en los que las normas democráticas parecen más sólidas, se perciben
ya, con nitidez, síntomas inequívocos de debilidad y de inadaptación. Como las repúblicas medievales de la Italia brillante
y anárquica, nuestras criollas repúblicas, sin democracia y sin noción del estado moderno, asientan sus apariencias burguesas
sobre una realidad social feudalista y primitiva cuya evolución hacia las formas superiores del capitalismo y de la industria
sólo se realiza unilateral y dificultosamente empujada por el imperialismo.
El
problema político de Indoamérica no puede, pues, considerarse y resolverse fuera de la realidad social y económica. Y sería
absurdo intentar una estimativa justa de esa realidad, sin considerar sus dos grandes fuerzas determinadoras: lo que hay de
tradicional en su economía nacional retrasada y agraria -en la que imperan formas primitivas de explotación del trabajo-,
y lo que hay de progresivo y acelerado en su economía extranjera, importada con el capitalismo imperialista, que contextura
otro aspecto de la vida económico-social de nuestros pueblos, deformándola en muchos casos a causa de un diverso y mayor grado
de evolución.
Dos tipos de economía -dos velocidades, dos intensidades económicas- actúan
en la vida social indoamericana. Aquel que forma parte del sistema de los grandes capitalismos, sujeto a un ritmo más intenso,
cuyo origen y comando nos es extraño, y el que constituye nuestro tipo propio más lento e incipiente de desarrollo nacional,
concorde con nuestra propia línea tradicional de evolución. Ambos inciden en nuestro suelo. Ambos tienen por base de su producción
a los millones de trabajadores indoamericanos. Ambos cotizan sus productos en la misma moneda y parecen fundirse en un mismo
destino. Pero son diferentes, son opuestos; están en contradicción y en lucha. Dentro del gran sistema capitalista, uno representa
la etapa lejana de los caminos iniciales, y el otro las formas culminantes y poderosas de la plenitud y el desborde moderno.
Tesis y antítesis que impone una síntesis de equilibrio y libertad dentro de un plan de nueva economía indoamericana, no apartada
de la evolución económico-social mundial, pero capaz de detener para siempre el sojuzgamiento y la opresión del imperialismo.
Para lograr esa síntesis de equilibrio y libertad, es imperativa una tarea
doble y simultánea: impulsar y acelerar la evolución de las zonas retrasadas de nuestra economía, detener y rechazar enérgica
y definitivamente los avances del imperialismo. Ahora bien, ¿cuáles son esas zonas retrasadas de la economía indoamericana
que necesitan impulso, transformación y un nuevo ritmo de progreso? Ya lo hemos dicho: son fundamentalmente aquellas en que
predominan nuestros sistemas feudales y semipatriarcales de producción primitivos; realidad y espíritu del latifundio predominantes
aún en Indoamérica. Son los sistemas feudales que nos dan la clase de nuestros grandes y semibárbaros señores de tierras y
minas, dueños de siervos, amos de países y detentadores del poder. Son los aliados del imperialismo que día a día devienen
sus agentes y sus súbditos.
No es posible separar, pues, la lucha contra el imperialismo extranjero de
la lucha contra el feudalismo nacional en Indoamérica. Porque no se podrá combatir contra el imperialismo sin estructurar
una nueva organización de la economía nacional a base del Estado. Y no se podrá ni controlar el Estado ni revolucionar la
economía nacional sin la transformación efectiva del sistema feudal de producción, cuya clase dominante controla el Estado
directa o indirectamente, con el apoyo del imperialismo. Por eso, el contenido social de la lucha antimperialista en Indoamérica
es antifeudal. Su acción política debe orientarse hacia la toma del poder para reorganizar la economía nacional comenzando
por los problemas de la tierra.
Si México nos ofrece una experiencia valiosísima con el primer intento indoamericano
de la lucha revolucionaria antifeudal y antimperialista -lucha cuyas limitaciones han sido ya anotadas y cuyo estudio aportará
a nuestros pueblos grandes experiencias-, las nuevas manifestaciones de esa lucha, en otros países de Indoamérica, alcanzarán
lógicamente formas más definidas, realistas y eficientes. El contenido antifeudal de la lucha antimperialista en la zona del
primitivo comunismo incaico, por ejemplo, ofrecerá resultados que sin inútiles utopismos, pueden preverse como los de mayores
posibilidades para una efectiva transformación social y económica indígena, favorecida por condiciones objetivas verdaderamente
excepcionales. La subsistencia de las comunidades, la tradición colectivista de los trabajadores indígenas, la internacionalidad
del problema que abarca varios países y otros factores étnicos y geográficos valiosos, concurren a fundamentar esa conclusión.
Y si la Revolución Mexicana representa la primera etapa de la lucha antimperialista
y antifeudal de Indoamérica, los países sudamericanos, y especialmente aquellos comprendidos dentro de la zona sobre cuyas
características se hace insistencia en el acápite anterior, presentan las condiciones históricas favorables para cumplir la
segunda etapa. Día a día la realidad va ofreciendo mayores comprobaciones a esta afirmación. La Revolución Mexicana nos da
un conjunto de hechos cuya interpretación dialéctica refuerzan los cimientos de una ideología social indoamericana, que se
anuncia ya. Hemos de suponer el inestimable caudal de experiencias que ofrecerá la revolución antimperialista y antifeudal
en los países sudamericanos. Sobre el campo de lucha ha de robustecerse y afirmarse la nueva ideología política y social.
Los hechos irán definiéndola y perfeccionándola. Por eso nuestra tarea primordial consiste inicialmente en plantear los puntos
fundamentales de una interpretación económica de nuestra realidad presente, descubriéndola y estudiándola, pero procurando
no detenernos demasiado en casuismos teóricos. La hora de nuestros pueblos es hora de acción y hacia ella debemos dirigir
nuestras actividades. Por que la acción hecha lucha, dolor y victoria es de donde surgirá la verdadera línea teórica que queremos
ver clara y vigorosa y no anticipada excesivamente a los hechos, que son los que deben determinar su verdadero ritmo.
Esa urgencia de acción ha sido el imperativo fundador del APRA. La acción
eficaz supone organización y disciplina, dos condiciones elementales para la existencia y progreso de un partido moderno y
único medio de expresión de una eficiente acción política. El plan defensivo antimperialista de nuestros pueblos debe basarse
en la canalización y sistematización de todas las fuerzas dispersas que presienten o sienten, intuyen o comprenden el gran
problema y se aprestan a afrontarlo sin coordinación ni método. Tenemos que organizar y controlar todas esas fuerzas dirigiéndolas
lo más eficientemente que sea posible hacia su verdadero campo de acción renovadora y constructiva.
No es realista -como afirman algunos intelectuales curiosos de estas cuestiones-
pretender que desde ahora la doctrina revolucionaria indoamericana aparezca completa, finiquitada y perfecta, presentando
un panorama minucioso del futuro revolucionario y post revolucionario de nuestros pueblos con el que debería coincidir la
realidad. Tampoco es dable -otra objeción de intelectuales puros-presentar un plan económico detallado sobre la organización
de la circulación o reparto de la riqueza, sin saber como va a organizarse la producción dentro del programa que se pretende
realizar y cuyas modalidades de aplicación están sujetas a las condiciones objetivas insospechables, que ofrezcan los medios
en los cuales la transformación se produzca. La inspiración fundamental, la línea ideológica, inspiradora de la acción que
es necesario llevar adelante organizadamente, señalan la dirección de nuestra marcha; sabemos bien que va hacia la izquierda.
Ése es nuestro rumbo y el rumbo es lo que importa. Tanto más fuertes, más disciplinadas y más organizadas nuestras filas,
tanto más vigorosa la marcha y más lejano el límite de sus afirmaciones victoriosas. En esta hora de acción nos basta un vigoroso
esquema doctrinario que oriente nuestra rebeldía y aclare y explique lo básico del gran problema de nuestros pueblos. Con
él iremos hasta la lucha y hasta el poder, y sobre la experiencia de ambos, la doctrina devendrá más definida, más integral,
más permanente.
Así, las actividades actuales del APRA están orientadas hacia dos grandes
propósitos: la propagación de su doctrina y programa máximo revolucionarios, y la organización de todas las fuerzas antimperialistas
de Indoamérica en agrupaciones partidarias nacionales que en cada uno de nuestros países estudiarán y adoptarán sus programas
mínimos, planeando su acción inmediata. La lucha contra los imperialismos, la unión económica y política de las veinte repúblicas
en que hoy se halla dividida la gran nación indoamericana, y la nacionalización de nuestras tierras e industrias son vastos
puntos fundamentales cuya realización simultánea o progresiva marcará una nueva etapa en la historia del nuevo mundo.
¿Han contribuido estas páginas a aclarar el programa aprista y a delinear su doctrina? Escritas en el mínimun de
tiempo y con el mínimun de elementos de que un hombre pueda disponer para esta
tarea, he procurado vencer todas las dificultades -y son muchas-, que han obstaculizado mi propósito de entregar este trabajo
a la imprenta antes de salir de México. Lo que en estas páginas considero fundamental, servirá de base para otro libro, más
extenso, que, bajo condiciones de mayor tranquilidad y con mejores elementos y materiales escribiré después. La necesidad
de una exposición sumaria de los fundamentos ideológicos de nuestro movimiento justifica la aparición de este trabajo, anticipado
a la obra que ya tenía en proyecto. Era necesario demostrar, desde un plano superior y doctrinario, que cuando se pretende
calificar al APRA con vocablos de exótico significado político, como "oportunismo", "reformismo" y "movimiento pequeño burgués"
o cuando se la anatematiza con dicterios fáciles, la realidad, la fuerza invencible de los hechos, revelan la enfermedad y
decadencia de los profesionales del verbalismo. Por fortuna, ellos van desapareciendo con la generación que en Indoamérica
consagró su devoción intelectual al uso y al abuso de las palabras vanas.
Con la nueva generación revolucionaria indoamericana, aparece una mentalidad,
realista, concisa y clara. Con ella apareció el APRA.
México,
mayo 1º de 1928.
Notas
[102] Karl Marx, Hegelian Philosophy of Right. Selection Essays. Translated by H. J. Stenning. International
Publishers. New York, pág. 29.