Cuarenta y dos años después de escrito este libro, y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora
en una tercera. Ni "corregida y aumentada" como es de uso, ésta reproduce cabalmente el contexto de las dos precedentes a
fin de mantener auténtico su valor documental.
El lector del presente trabajo habrá de evaluarlo a la luz del acontecer histórico, especialmente americano, en el
lapso transcurrido desde 1928. Consideración de perspectiva sin duda pertinente para una justa apreciación de sus enfoques
y planteamientos. Los cuales en su esencia ratifico, habida cuenta, claro está del espacio y el tiempo en que fueron formulados.
De los grandes sucesos acaecidos en los cuatro últimos decenios, el mayor ha sido la segunda gran guerra que conflagró
al mundo de 1939 a 1945. Acerca de su posibilidad e inminencia se escribió previsiblemente en el Capítulo V de este libro
que "no ha de ser un acontecimiento que pueda sorprendernos"[1]. Ello no obstante, lo que sí debe considerarse como un carácter inesperado de aquel
terrible conflicto universal, es el movimiento político que le dio origen y la ideología racista del nuevo tipo de imperialismo,
que promovió el insólito y veloz surgimiento y prepotencia del Partido Nacional Socialista alemán acaudillado por Hitler.
"Cuando
un imperialismo adopta como ideario las diferencias raciales, proclama que los hombres son superiores o inferiores según la
sangre que llevan en sus venas y el color de su piel, entonces los pueblos que no pertenecen a la raza escogida y destinada
al dominio del mundo deben temer dos veces la victoria de aquel imperialismo. Porque no sólo trae la hegemonía económica,
la explotación y sojuzgamiento de los pueblos por razón de su pobreza o debilidad, sino el derecho de esclavizarlos porque
son racialmente "inferiores". Y ésa es la esencia de la filosofía nazi-fascista que entraña la lucha de razas"[2].
Con el súbito advenimiento y veloz predominancia del Nazismo, que proclamaba el derecho de señorío de la raza ario-germana,
sobre las demás de la humanidad, apareció aquel nuevo cariz agresivo del desafío imperialista y una suplantación xenófoba
de la lucha de clases por la lucha de razas. Que en cuanto atañe a Indoamérica, la condenación por el dogma racista hitleriano
de nuestro mestizaje resalta paladina en las páginas de "Mein Kampf":
"Norteamérica, cuya población consiste en su mayor parte de elementos germánicos
que se mezclan muy poco con las razas inferiores de color, ostenta un tipo humano y una cultura diferente de aquellas de Centro
y Sud-América donde principalmente los inmigrantes latinos se han mezclado con los aborígenes en gran escala. Por este solo
ejemplo se puede reconocer clara y distintamente la influencia de la mezcla de razas: La ario-germánica del continente norteamericano,
que se conserva pura y menos mezclada, ha llegado a ser la dominadora de aquel hemisferio y permanecerá como tal hasta que
él también sea víctima de la vergüenza de la mezcla de sangre"[3].
El Nacional Socialismo, tal lo remarca el profesor de Oxford Alan Bullock, -acaso el mejor biógrafo y analista contemporáneo
de Hitler y su ideología- "exaltó constantemente a la fuerza sobre el poder de las ideas". Y "el solo tema de la revolución
nazi fue el de la dominación revestido con la doctrina de la raza"[4]. "Hitler proclamaba que en la lucha por la existencia, la idea de raza, según la mitología
nazi, cumple el rol de la clase en la concepción marxista"[5]. "Lo que vemos ante nosotros -escribe en Mein
Kampf- como obra de la cultura humana hoy día, en arte, ciencia y técnica, es casi exclusivamente el producto creador
del hombre de la raza Aria"[6]. Hitler lo llamaba el "Prometeo de la humanidad" y dice que si se le excluyera de ella
"una profunda oscuridad caería otra vez sobre la tierra y quizá por miles de años la cultura humana perecería y el mundo se
transformaría en un desierto"[7]. De sus reveladoras conversaciones con el Führer
nazi, Hermann Rauschning, -ex-gauleiter de Dantzig- en el conocido libro Hitler Speaks que las relata, y que el profesor Bullock, frecuentemente cita, manifiéstase
patente la teoría racista del llamado Herrenvolk en la ideología hitleriana:
"La
idea de la nación ha sido vaciada de toda substancia. Debí utilizarla, al principio, por razones de oportunismo histórico.
Mas ya, en ese momento yo sabía perfectamente que no podía tener más que un valor transitorio. Dejad la Nación a los demócratas
y a los liberales. La substituiremos por un principio nuevo: el de la raza Ya no se tratará de competencia de naciones sino
de lucha de razas Sólo sobrevivirá la raza más viril y empedernida. Y el mundo tendrá otra cara. Día llegará en que podremos
entrar en alianza con los nuevos amos de Inglaterra, de Francia y de América. Más deberán primero integrarse a nuestro sistema
En ese momento no quedará ya gran cosa, incluso en nuestra tierra alemana, de lo que todavía hoy llaman nacionalismo. Lo que
habrá es un acuerdo entre los hombres más fuertes de habla distinta pero todos oriundos de un mismo tronco étnico, todos miembros
de la cofradía universal de los amos y señores de la raza dominadora"[8].
El imperialismo tomaba, así, un cariz inesperado. Ni Marx ni sus epígonos y hermeneutas, -los teóricos del comunismo
ruso, frustrados profetas éstos de la clasista revolución mundial-, lo habían imaginado en sus dogmáticos itinerarios
de la reciente historia. La gran Alemania, con unos ochenta millones de habitantes, enhestaba una nueva bandera imperialista
que era el bélico emblema ario-germánico de su predominancia y agresión y proclamaba ante el mundo un programa inaudito. La
influencia y proselitismo hitlerianos penetraron contagiosamente a varios países de Europa.
Y el movimiento Nacional Socialista -ya aliado con el Fascismo italiano que fue su precursor-, conflagró en España la Guerra
Civil, sangrienta maniobra preparatoria de la más vasta y terrible que habría de estallar en Europa y proyectarse al mundo
inmediatamente después de la imposición de la dictadura militarista de Franco. De esta suerte, el movimiento Nacional Socialista
se presentó encubierto bajo invocaciones demagógicas de "revolución" y "socialismo". Mas a los pueblos racialmente calificados
como "inferiores", o "manchados con la vergüenza de la mezcla de sangres", el desafío autocrático de ese imperialismo racista
nos impuso formas repentinas de enfrentamiento y resistencia.
Los planes del Nacional Socialismo para la penetración de nuestros países indoamericanos, han sido revelados por Rauschning
en su difundido y célebre libro ya citado: "Edificaremos en el Brasil una nueva Alemania", le había dicho Hitler "a comienzos
del verano de 1933" "En el Brasil, pensaba, se hallarán reunidas todas las condiciones de una revolución capaz de transformar
en algunos años un Estado gobernado por mestizos corrompidos en un dominio germánico"[9]. Hitler según Rauschning "se interesaba por Argentina y Bolivia en primera línea. Tenía,
decía él, buenas razones para creer que el nacional-socialismo hallaría terreno favorable en aquellos países Se trataba de
ganar complicidades en todos los países a conquistar para eliminar en ellos las influencias de la América del Norte y
de los elementos españoles y portugueses". En cuanto a México, Hitler, según Rauschning, hablaba de un país digno de liberarlo
"de sus amos actuales". Y aseveraba que "Alemania sería grande y rica con sólo poner la mano sobre las minas mexicanas"[10] .
El colonialismo mental y político de Indoamérica, aludido en el Capítulo VII de este libro, se puso nuevamente de manifiesto.
Surgieron en nuestro continente facciones de remedo nazi-fascista. A despecho de los claros dictámenes condenatorios proclamados
por Hitler contra las razas mestizas que forman las mayoritarias bases étnicas de nuestros pueblos, no faltaron adeptos criollos
indoamericanos de pieles multicolores que imitaron sus posturas, vistieron sus uniformes y repitieron sus palabras de
orden. Se formaron agrupaciones con secuaces de toda procedencia clasista y racial quienes proclamaban a Hitler como su imperial
salvador. Y no tardaron en organizarse "camisas doradas" en México, "camisas verdes" en Brasil, "camisas pardas" en Bolivia
y "camisas negras" en el Perú, "nazis", "falangistas" en Chile y "descamisados" en la Argentina. Algunos gobiernos criollos,
proclives al autoritarismo, hallaron en el sistema totalitario nazi-fascista un guión y un dechado. Se redoblaron las hostilidades
contra los liberales y demócratas izquierdistas y se dio por hecha la victoria del racismo en el mundo. Los "frentes populares",
iniciados en Francia el año de 1934, con la coalición de comunistas, socialistas y radicales bajo la presidencia de León Blum
-y que habían sido la base política de la derrotada lucha republicana en España-, tuvieron también en Chile una efímera repercusión[11]. Pronto el Comunismo Internacional debió obedecer a una nueva orden de Moscú que significaba
un trastrueque radical de su política frente al nazi-fascismo. El 23 de agosto de 1939, Hitler y Stalin pactaron una virtual
alianza bajo el epígrafe de un "pacto de no agresión", suscrito en el Kremlin, con ostentoso ceremonial, por Joachim
von Ribbentrop y Viacheslav Mijáilovich Molótov[12].
"Para
los partidos comunistas, en Rusia y en Europa, especialmente en Gran Bretaña y en Francia, el cambio de frente ruso fue
una suprema prueba de disciplina. La Unión Soviética había cambiado en una noche de ser el adelantado campeón contra los agresores
alemanes, en un aliado y hasta un cómplice de Hitler. Los partidos comunistas salieron de esta prueba a pedir de boca.
Los partidos británico y francés, en particular, demostraron que ellos estaban firmemente dispuestos no solamente a anteponer
los intereses soviéticos a los de sus propios países, sino también a permanecer verdaderamente inafectados por el peligro
de vida en que sus países quedaban. Ellos denunciaron a sus gobiernos como agresores e hicieron eco a Molotov cuando éste
ridiculizó la sugerencia de que una ideología como el Nacional Socialismo podía ser destruida por la fuerza o por "una guerra
criminal sin sentido, camuflada como una lucha por la democracia"[13].
En Indoamérica el contubernio
de los corifeos nazis y comunistas se produjo velozmente en un peregrino frente de ultrancista reacción. El Aprismo hubo de
arrostrar aquella caótica amalgama de apóstatas y oportunistas que unían a los extremismos de derecha e izquierda apresuradamente
aliados. El frente de comunistas y nacional socialistas, más de una vez previsto por Hitler, según Rauschning[14], fue recibido jubilosamente por todos los partidos entonces pertenecientes a la Tercera
Internacional. Una masiva propaganda belicista y políglota impartida desde Alemania y Rusia, anunciaba que los supremos autócratas
de Berlín y Moscú, serían los amos señoreadores del mundo. Conjuntamente, además, el comunismo y el nacional socialismo
proclamaron que la nueva guerra imperialista era ya un hecho y acusaban de agresoras a las "potencias capitalistas". Alemania
invadió a Polonia el 1° de septiembre de 1939 y dos días después Gran Bretaña y Francia declararon el estado de guerra con
el país agresor[15]. En la primera etapa de este colosal conflicto se produjo el reparto de Polonia entre
los dos aliados nazi-soviéticos y la reconquista rusa de Estonia, Lituania y Latvia independizadas del imperialismo zarista
al término de la primera guerra mundial. Sucesivamente vencidas Noruega, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo y Francia,
ante la complaciente neutralidad de sus partidos comunistas locales, Italia se unió a la guerra, contra Francia, el 10 de
junio de 1940, y calificó la contienda por boca de Mussolini como "la lucha revolucionaria de los pueblos proletarios contra
los capitalistas"[16].
Empero, cuando un año después,
al amanecer del 22 de junio de 1941, Hitler insólitamente traicionó a su aliado soviético y las tropas nazis invadieron de
estampida el territorio ruso, el cuadro se trastrocó por completo. Stalin, tras de unos días de estupor, debió requerir angustiosamente
ayuda a las potencias burguesas británica y norteamericana a las que tantas veces había execrado como causantes de la guerra
imperialista. Y al alinearse con ellas, el absoluto dictador de Moscú hubo de reconocer que la guerra era una lucha por la
democracia y por la libertad de todos los pueblos"[17]. Entonces los partidos comunistas renegaron de Hitler y abrazaron, sin más, la causa
de sus contendores. Al lado de las tropas imperialistas de Gran Bretaña y los Estados Unidos, y con el tempestivo y colosal
apoyo de estas potencias capitalistas, lucharon a brazo partido los ejércitos soviéticos y sus nuevos aliados hasta la total
derrota del nazi-fascismo en mayo de 1945[18].
El subitáneo y arrasador ataque aéreo japonés en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, y la inmediata declaración
de guerra de Estados Unidos al Japón, y de Alemania e Italia a los Estados Unidos, expandió mundialmente la conflagración
bélica y acercó más a ella a nuestra América. Una tercera reunión de ministros de Relaciones Exteriores de las repúblicas
de nuestro continente fue convocada en Río de Janeiro para enero de 1942[19]. Las dos precedentes se habían realizado, con previsor carácter consultivo, en septiembre
de 1939 en Panamá y en julio de 1940 en La Habana, al inicio de la gran contienda[20].
En la cita de Río se acordó la ruptura de relaciones con las naciones agresoras no sin tomar en cuenta que algunas
repúblicas del Caribe les habían ya declarado la guerra inmediatamente después de Pearl Harbor[21]. Fue después de la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945, que, a exigencia de Stalin,
se acordó "aconsejar" a todos los Estados latino o indoamericanos que rompieran hostilidades con los países nazi-fascistas[22].
* * *
Otro fenómeno remarcable del acontecer mundial desde que este libro fue escrito, ha sido, sin duda, el de la transformación
de la Rusia soviética en una superpotencia industrial y militar. Y, dentro de sus indesviables lineamientos señalados por
el sistema capitalista de Estado, su indefectible evolución hacia el imperialismo como "la más alta etapa del capitalismo".
En el Capítulo III, (pág. 85 de la presente Edición en Internet, Nota de los Editores), el lector podrá releer mi opinión
sobre la realidad económica de Rusia cuando yo la visité. "Día llegara en que el socialismo impere en Rusia", escribí
entonces. "Mientras tanto ha de ser un largo proceso de capitalismo de Estado que suprima progresivamente la NEP (Nueva Política
Económica, establecida por Lenin) y cumpla la misión histórica de industrializar al país...". "La forma socialista está
aún lejana". Y tal lo subrayo en la nota preliminar de la primera edición: "desde el punto de vista de las relaciones internacionales
económicas y políticas, el estado soviético se halla obligado a convivir con el mundo social que creyó derribar formando parte
del engranaje capitalista que proclama suprimir"[23]. Pero es más: Rusia bajo el sistema capitalista estatal se ha industrializado velozmente
y ha llegado "a la superior etapa del capitalismo" que es la imperialista. Vale decir ha regresionado políticamente a la misma
fisonomía imperial que John Atkinson Hobson describe en su libro clásico -Imperialism,
A Study- de 1902:
"Rusia,
-escribió Hobson hace 68 años- el único país activamente expansionista del Norte, se mantuvo solo en el carácter de su
crecimiento imperial; el cual difiere de otros imperialismos en que es principalmente asiático en sus realizaciones, y ha
procedido por expansión directa de sus fronteras, apoderándose de una extensión más vasta que en los otros casos de una política
colonial regular de dominios territoriales para propósitos de agricultura e industria"[24].
Si el lector revisa el libro de Lenin El Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo,
escrito en 1916[25], cuya edición príncipe apareció antes de la revolución bolchevique en Petrogrado, el
26 de abril de 1917, verá cómo el autor define la expansión imperialista rusa: "Finlandia, Polonia, Curlandia, Ukrania,
Jiva, Bujara y otros pueblos no rusos del imperio zarista"[26], son mencionados en su condición de dominios coloniales. De ellos, solamente Finlandia,
sin Viborg, no se hallan hoy bajo la anexión o inmediato control soviético. El neo-imperialismo ruso que, según escribía Hobson
en 1902 "fue principalmente asiático", se ha mantenido en esa orientación perieca por la directa expansión imperial de sus
fronteras que vertebra "el gran ferrocarril transiberiano, obra iniciada en 1891 e inaugurada en 1905"[27]. Más no solamente extendido hacia el Este, sino después de la Segunda Guerra también
hacia Europa. Pues si Estonia, Lituania, Curlandia o Latvia, han vuelto a ser colonias rusas, Polonia, Bulgaria, Hungría,
Rumania y Checoslovaquia, con parte de Alemania se hallan bajo su predominancia. La sentencia de Lenin: "Rusia ha batido el
récord mundial de la opresión zarista de nacionalidades" es tan aplicable al imperio ruso de hoy como al de los zares de ayer[28].
Importa sumarizar aquí los hechos resaltantes de este proceso que no llegaron a abarcar en sus enfoques los capítulos
del presente trabajo escritos en 1928.
La URSS, superpotencia contemporánea del capitalismo de Estado, ha cumplido aceleradamente su etapa de industrialización.
Se ha emancipado del imperialismo capitalista extranjero, pero ha acumulado ingentes capitales que en parte necesita reinvertir,
y ha producido más mercancías de las que sus vastos mercados internos podían absorber. Consecuentemente, han debido poner
en práctica una dinámica política comercial y financiera expansionista de conquistas de mercados e inversiones de
capitales allende sus fronteras. No le han bastado las inmensas áreas geográficas y las grandes poblaciones que desde la época
del zarismo ha mantenido bajo su señorío. Después de la segunda guerra mundial, ha acrecentado sus territorios y sus esferas
de influencia al igual de los imperialismos que con "la exportación de capital adquieren un desarrollo inmenso desde principios
del siglo XX", según lo describe y denuncia Lenin en su conocido libro:[29]
"El
capitalismo es la producción de mercancías en el grado más elevado de su desarrollo, cuando incluso la mano de obra se convierte
en mercancía". "Mientras el capitalismo es capitalismo, el exceso de capital no se consagra a la elevación del nivel
de existencia de las masas en cada país, pues esto significaría la disminución de los beneficios de los capitalistas, sino
al acrecentamiento de estos beneficios mediante la exportación de capital al extranjero, a los países atrasados.
En dichos países atrasados el beneficio es extraordinariamente elevado, pues los capitales son escasos, el precio de la tierra
poco considerable, los salarios son bajos, las materias primas baratas"[30]. Así, "la exportación de capital se convierte en un medio de estimular la exportación
de mercancías al extranjero"[31].
Todas las precedentes definiciones de Lenin, en su libro de análisis y glosa de la obra fundamental de Hobson, sobre
el imperialismo, se han reproducido ya en la etapa culminante del proceso de superdesarrollo industrial post-revolucionario
ruso bajo la égida del capitalismo de Estado, del cual el mismo Lenin escribió en 1918, que "constituiría un progreso con
relación al estado de cosas de nuestra revolución". Y del que con iluso optimismo, en cuanto a los plazos entonces prefijados,
vaticinó que, "si por ejemplo tuviéramos establecido aquí en seis meses el capitalismo de Estado, esto sería un éxito enorme
y la mejor garantía de que en un año tendríamos en Rusia el socialismo definitivamente consolidado e invencible":[32]
"Porque
el socialismo en efecto no es más que la etapa que sigue al monopolio capitalista de Estado". Y "el monopolio capitalista
estatal representa la más perfecta preparación material del socialismo; es el último peldaño de la escalera que conduce al
socialismo"[33].
Lenin equivocó completamente los plazos de la duración del tránsito entre "el comunismo de guerra" y el socialismo,
según él mismo lo confiesa.[34] No previó que los "seis meses" imaginados por él como término del cabal advenimiento
del socialismo en Rusia, sobrepasarían el medio siglo. Ni que aún hoy mismo no solamente se han restaurado y prevalecen las
normas económicas del sistema capitalista estatal en la Unión Soviética, sino que debido a ellas su gran desenvolvimiento
industrial ha culminado en la superior y "más alta etapa" del capitalismo que es la imperialista.
Engels había definido a la esclavitud como una forma dominante de producción que superó a la del estado comunal primitivo,
y subrayó que "sólo, la esclavitud hizo posible la división del trabajo entre la agricultura y la industria en vasta escala
y de ahí la expansión del mundo antiguo, el helénico".[35] Lenin, al seguir este enfoque dialéctico, describe al capitalismo como "un mal con relación
al socialismo" pero como "un bien con relación al régimen feudal; a la pequeña producción, a la deformación burocrática que
resulta de la dispersión de los pequeños productores".[36] Y prosiguiendo con su argumentación en defensa del capitalismo de Estado decía
a los comunistas rusos en 1921:
"Desde
el momento en que somos incapaces de pasar inmediatamente de la pequeña producción al socialismo, el capitalismo es inevitable
como producto natural de la pequeña producción y del cambio y debemos utilizar este capitalismo -en particular dirigiéndole
en el sentido del capitalismo de Estado- como un eslabón intermedio entre la pequeña producción y el socialismo".[37]
Este capitalismo de Estado significa, según Lenin, hacer concesiones al capital privado[38] no solamente ruso sino también extranjero. Y al advertir cómo "se comete una porción de errores comparando al capitalismo de Estado y el socialismo",[39] reitera que:
"Implantando
el capitalismo de Estado en forma de concesiones, el poder de los Soviets refuerza la gran producción contra la pequeña, el
elemento progresivo contra el reaccionario, la máquina contra el brazo, aumenta la suma de productos de la gran industria
de que dispone -retención proporcional- y fortifica el orden económico gubernamental en oposición a la anarquía pequeño burguesa".
"Esta política de las concesiones, dirigida con la medida y la prudencia necesarias,
contribuiría, sin duda alguna, a mejorar rápidamente -hasta cierto punto poco considerable- el estado de la producción
y la suerte de los obreros y campesinos a costa, naturalmente, de ciertos sacrificios, entregando al capitalismo decenas y
decenas de millones de puds de nuestros más valiosos productos"[40] Las concesiones son seguramente la forma más simple, más clara, más exactamente definida,
revestida por el capitalismo de Estado en el interior del sistema sovietista. Tenemos aquí un contrato escrito y formal con
el capitalismo occidental más culto y más desarrollado".[41]
Ya adelante, en el mismo libro y capítulo, Lenin agrega: "La política de concesiones, en caso de éxito, nos dará un
pequeño número de grandes empresas ejemplares, con relación a las nuestras, al nivel del capitalismo contemporáneo más avanzado.
Al final de algunas decenas de años -remarca-, estas empresas pasarán enteramente
a nuestras manos"...[42] Así "el Estado da en arriendo a un empresario capitalista cierto establecimiento, explotación,
bosque virgen, territorio agrícola, etc., que le pertenece. El contrato de arrendamiento es semejante a los contratos de concesiones".
Porque "el concesionario es muy fácil de vigilar pero el cooperador muy difícil".[43] Y en cuanto al trato con el capitalismo nacional o extranjero, Lenin en su discurso
del 17 de octubre de 1921, ante el Congreso de Educación Política celebrado en Moscú, cuyo contexto aparece en su citado libro
El Capitalismo de Estado y el Impuesto en Especies, dijo lo siguiente:
"Tomad
la dirección económica. Los capitalistas trabajarán a nuestro lado; a vuestro lado estarán también los capitalistas extranjeros,
los concesionarios, los arrendadores. Ganarán beneficios de muchos cientos por ciento, enriquecerán a vuestro lado.
Que se enriquezcan, no importa. Pero vosotros aprenderéis de ellos el arte de administrar la economía nacional y solamente
entonces sabréis crear la república comunista. Es necesario aprender enseguida; todo aplazamiento sería un enorme crimen.
Es necesario estudiar esta ciencia. Esta ciencia dura y severa, algunas veces cruel, porque no hay otra solución".[44]
Cuando después de la muerte de Lenin, Stalin ávido de poder desencadenó su implacable tiranía contra "la oposición",
hasta exterminar sangrientamente a tantos de los principales protagonistas de la insurrección y triunfo de 1917, las tesis
leninistas sobre el Capitalismo de Estado y el Impuesto en Especies fueron teóricamente
revisadas y contradichas. Stalin, el nuevo asiático "Genghis Khan", -como una de sus víctimas, Nicolás Bukharin, lo llamara-,[45] escribió el 25 de enero de 1926, que en 1921:
"Cuando
Lenin concebía el capitalismo de Estado, como la forma fundamental posible de nuestra actividad económica, ésta era suficiente
y satisfactoria".[46] "Pero hoy ese modo de tratar el asunto ya no basta y está superado por la historia, pues
de entonces a aquí los tiempos han cambiado: la industria socialista se ha desarrollado en nuestro país, el capitalismo de Estado ha echado raíces en la medida apetecida y la cooperación que abarca actualmente más de
una decena de millones de miembros ha comenzado a vincularse ya a la industria socialista".[47]
Y aquí se apoyó otra de
las rectificaciones del "estalinismo" a los dictámenes leninistas sobre el capitalismo de Estado para suplantarlos con la
fórmula de "el triunfo del socialismo en un solo país".[48] Ya desde su polémica con Trotsky en 1924, al rechazar el enunciado de "la revolución
permanente" como "una variante del menchevismo"[49] -o como "la desesperación permanente"-,[50] Stalin esgrimió la tesis de que no era necesario "el apoyo estatal directo del proletariado
europeo para mantenerse en el poder", tal lo preconizaba el planteamiento trotskista.[51] En 1929, año llamado por él "del gran viraje",[52] Stalin declaró: "Marchamos a todo vapor por el camino de la industrialización hacia el
socialismo dejando a la zaga el atraso secular de la vieja Rusia".[53] Así, siempre invocando a su placer y conveniencia a Lenin, Stalin dejó atrás la concepción
leninista del capitalismo de Estado. En 1933 había hecho el balance del primer "plan quinquenal"[54] y en 1936 exaltó la nueva Constitución de la URSS en un discurso que revisa el cuadro
de la economía soviética desde la abolida NEP leninista hasta la revisada por él, en la cual, según su decir, "la explotación
del hombre por el hombre ha sido suprimida".[55]
Fue entonces cuando Stalin desafió "la ola fangosa del fascismo que vomita sobre el movimiento socialista de la clase
obrera y pisotea en el lodo de las aspiraciones democráticas los mejores hombres del mundo" (sic).[56]
Pero tres años después -como ya se ha referido- se celebraba en Moscú la alianza nazi-soviética, después del lapso
de las sangrientas "purgas", de los años treintas, que ejecutaron a millones de kulaks
y a todos los dirigentes de la oposición anti-estaliniana, cuya dramática denuncia ha dirigido al mundo el sabio soviético
Andréi D. Sakharov, llamado "el padre
de la bomba de hidrógeno".[57] A aquel pacto claudicante siguió -repitámoslo- el que enfiló en un mismo frente vencedor a Rusia con el Imperio Británico
y los Estados Unidos. Cuando Stalin hubo de transar con la Iglesia Ortodoxa rusa y disolver la III Internacional aferrándose
a un exaltado nacionalismo eslavo de "defensa de la patria".[58]
A la muerte del tirano, en marzo de 1953, "los amos interinos fueron reemplazados... pero el régimen anti-pueblo de
Stalin quedó igualmente cruel y al mismo tiempo dogmáticamente estrecho y ciego en su crueldad", comenta Sakharov.[59] En el XX Congreso del Partido Comunista Ruso -14 al 25 de febrero de 1956- Nikita Khruschev,
uno de los adláteres de Stalin, en un sensacional informe, cuyo íntegro contexto nunca ha sido revelado, denunció algunas
de las atrocidades cometidas por el déspota georgiano "quien se creyó un super-hombre en posesión de dotes soberanas similares
a las de un dios".[60]
Las revelaciones de Khruschev, a despecho de que por su carácter "secreto" sólo fueron fragmentariamente publicadas,
acusaban a Stalin:
"De
haber violado brutalmente" los principios de Lenin sobre 'centralismo democrático' y 'dirección colegiada'. Lo responsabilizaban
"de haber postergado durante 13 años la reunión de los congresos comunistas rusos, entre el XVIII, de marzo de 1939,
al XIX, de octubre de 1952: de haber ejercido represiones en masa contra la mayoría de los miembros del comité central; de
haber arrestado y fusilado al 70% de los miembros y candidatos elegidos miembros del comité central y del partido en el XVII
congreso con procesos 'manipulados' y 'confesiones arrancadas por la violencia'. 'Camaradas de probada fidelidad fueron
bárbaramente ejecutados'. Se instauró la tortura: 'Casos clamorosos fueron inventados con pruebas falsificadas y basta
decir que desde 1954 la Corte Suprema ha rehabilitado a 7,679 personas pero en gran parte se trata de rehabilitaciones
póstumas".[61]
En este impresionante discurso de Khruschev, calificado benignamente por el oficialismo comunista "la tesis contra
el culto de la personalidad", o del individuo,[62] quedaron demostrados:
"el
inhumano carácter del estalinismo, las represiones de los prisioneros de guerra que sobrevivieron en los campos de concentración
fascistas y fueron después lanzados a los campos de concentración estalinistas; el criminal exilio de pueblos enteros condenados
a una muerte lenta y la tenebrosa y zoológica clase de anti-semitismo que fue característica de la burocracia estalinista
y de la N.K.V.D. -de Stalin personalmente-, por la "ukranofobia" característica de Stalin y las leyes draconianas para
la protección de la propiedad socialista -que condena a cinco años de prisión el robo de un poco de grano en los campos-,
tal escribe el eminente científico soviético Sakharov.[63] Quien se declara obligado "a valorar altamente el histórico papel de Khruschev a
despecho de sus lamentables errores en los años subsecuentes y del hecho de que Khruschev mientras Stalin vivió fue uno de
sus colaboradores en el crimen y ocupó numerosos puestos influyentes".[64]
Las denuncias del XX Congreso de 1956, repercutieron devastadoramente entre los partidarios del comunismo internacional,
originando divisiones y disputas que han deteriorado irremediablemente su unidad. Pero fueron coevas de la nueva política
preconizada por Khruschev, portavoz de la "coexistencia pacífica con el mundo del capitalismo occidental". La Rusia de postguerra,
ya como una superpotencia más del grupo mayor de los países desarrollados de la era atómica, coexiste, negocia, comercia y
transa políticamente con los del orbe burgués.[65] La revolución castrista de Cuba, iniciada como movimiento democrático, "que ha
terminado entregándose al dominio dictatorial totalitario de Moscú", marca el primer paso concreto de la avanzada imperialista
rusa en Indoamérica con la implantación de un protectorado soviético en nuestro hemisferio. A tiempo que los enconados antagonismos
ideológicos de los dictadores soviéticos con la China revolucionaria -ésta también en el camino de la utilización bélica de
la energía nuclear- a quienes ahora acusa de "revisionistas" copartícipes del imperialismo occidental y de proditores del
marxismo canónico, abre grandes interrogantes al futuro de la problemática internacional.
Desprendida, empero, de la triada doctrinaria soviética -marxismo, leninismo, estalinismo- la parte que en ella impuso
Stalin carismáticamente con su nombre, Rusia ha reivindicado la forma originaria superior del capitalismo de Estado, en su
categoría y dimensión actual, de auténtica y escueta doctrina leninista.
De esta suerte la acelerada industrialización estatal ha llevado a la Unión Soviética a "la etapa superior del capitalismo"
que es la misma fase imperialista, descrita por Lenin, en su análisis de la obra de Hobson, y que fue llamada por Rosa
Luxemburgo su "etapa final".[66] No solamente como poder conquistador de mercados para sus excedentes de producción,
y como exportador e inversionista de los ingentes capitales de que dispone, hacia los países subdesarrollados en los
cuales busca y extiende sus "esferas de influencia", sino como contratante de concesiones procedentes del otro imperialismo, a fin de impulsar con el capital extranjero el desarrollo de sus riquezas todavía inexplotadas.[67]
* * *
El Aprismo, "ante el mundo
cambiante"[68] a cuyos más notables eventos se han referido los parágrafos precedentes, ha mantenido
la validez de sus tesis fundamentales. Ha demostrado que es "un movimiento autónomo latino o indoamericano, sin ninguna intervención
o influencia extranjera".[69] Frente al dogmático comunismo neo-colonial importado a nuestros países, ha demostrado
también que los partidos comunistas criollos de imitación europea -autotitulados exclusivos partidos "de clase" obrera
o proletaria- estaban destinados al divisionismo y a la frustración en que han epilogado, escindidos en una dispersión faccionalista
de variopintas y contrapuestas tendencias y agrupaciones efímeras.[70] Ha visto, además, triunfar el Aprismo su tesis normativa de la alianza política de clases
oprimidas o amenazadas por el imperialismo, no solamente en la formación de fuertes partidos de masas de izquierda democrática,
organizativamente similares al nuestro, sino, a contrapelo, en los miméticos intentos de "frentes populares" o coaliciones
eventuales, que con propósitos electorales han convocado los partidos comunistas, amalgamando grupos políticos de diversas
procedencias doctrinarias y clasistas.[71]
El profesor y economista de Oxford G. D. H Cole en su obra monumental A History
of Socialist Thought escribe que "El único intento sobresaliente por crear una concepción específicamente latinoamericana
del socialismo -si es que se trataba de socialismo- aplicable a las condiciones predominantes, ha sido el del movimiento
aprista fundado en México, en 1924, por Víctor Raúl Haya de la Torre, exiliado entonces del Perú". Y agrega que "en términos
de teoría y política, el movimiento aprista ha sido la contribución más notable a la formulación de un movimiento social de
izquierda peculiarmente latinoamericano".[72] Anota que "se ha desarrollado una gran hostilidad entre comunistas y apristas en torno
al problema de la lucha de clases; pero cuando en los años treinta adoptaron ante la creciente amenaza del fascismo la política
del "Frente Popular", los apristas estaban en posición de decirles que ellos habían estado abogando por esa política desde
un principio, y de sostener que el APRA era ya de por sí el Frente Popular que los comunistas querían decir ahora".[73] El profesor Cole, a despecho de su incompleto análisis del movimiento aprista -errado
en algunos nombres y fechas- se acerca a una interpretación, si bien un tanto generalizada, no muy distante de la verdad.
Y al descubrir la lucha desigual del Aprismo contra la reacción oligárquica y militar interna y la presión imperialista exterior,
cree que nuestro movimiento, "partidario de una democracia parlamentaria y no de una dictadura, ni proletaria ni de otra especie",
anhela "con una pasión ética, poner fin a la discriminación racial e infundir conciencia y fuerza a un supernacionalismo indoamericano
que supere las barreras de color y todas las formas de antagonismo racial".
Reconoce al Aprismo que "a la larga, su política es la única que ofrece una esperanza real de resolver los problemas
económicos del continente latinoamericano". Y al admitir que "no es sorprendente, sin embargo, que durante los treinta años
de vida del APRA no haya podido llevar adelante una parte de su programa"... anota que es posible que demuestre que su valor
ha sido más duradero que el de sus rivales.[74]
Para el historiador George Pendle, hombre de Oxford también, su enjuiciamiento del Aprismo en el capítulo XV de su
History of Latin America, remarca que "Los Apristas, o miembros del APRA, abogan
por la devolución de la tierra a las comunidades indígenas, un programa económico que elevará a los campesinos por sobre una
agricultura de pura subsistencia, y por una campaña para eliminar el analfabetismo entre los indios y una legislación
laboral avanzada. Cuyo principal objetivo es capacitar a los indios para que devengan una verdadera parte de la nación peruana",
y comenta que "no es sorprendente que estas intenciones hayan alarmado a la oligarquía".[75] Pendle, cabaliza su juicio al citar textualmente al profesor R. A. Humphreys, en
su libro Evolution of Modern Latin America
cuando califica al APRA como "the most remarkable political philosophy Latin America
has produced".[76]
El APRA fundamentó su disciplinada formación partidaria aliancista, como la verdadera nueva izquierda latino o indoamericana,
en el hecho histórico de que por configurar nuestros países una zona continental económicamente sub-desarrollada -"en el proceso
de transición hacia el desenvolvimiento de las condiciones previas para el impulso inicial hacia una futura madurez"-,[77] sus clases sociales se hallan también en desarrollo y tránsito. Consecuentemente,
no se puede considerar a nuestras sociedades como de fija formación clasista semejantes a la de los países de ya lograda predominancia
industrial. Nuestros pueblos están viviendo aún socialmente, un proceso estructural de evolución y crecimiento correspondiente
al de su constante devenir y cambio económico; tanto más veloz y profundo en su transformación cuanto más adelantado y rápido
sea su movimiento desarrollista. Coincidiendo, además, nuestra denominación aprista de "frente único de trabajadores manuales
e intelectuales" con los estupendos avances de la gran revolución científica y tecnológica operada en nuestro siglo, y proyectada
en los progresivos logros de la alta tecnificación especializada del trabajo, -automatismo, electrónica, computadores,
cibernética, etc.- que acerca cada vez más al trabajador tradicionalmente llamado "del músculo" y al intelectual, experto
y culto de las economías movidas por una nueva categoría de producción altamente calificada en los niveles superiores del
esfuerzo, de la capacitación y la destreza.
El planteamiento doctrinario aprista del imperialismo, que sustenta este libro, como etapa inferior o inicial del capitalismo
industrial en los países subdesarrollados, a donde la expansión de aquél llega, es ya por irrefutable unánimemente reconocido.
Además de corroborar la transición económico-social que tipifica y condiciona el proceso transformador de las estructuras
de nuestro continente, depara en sus diversas y sucesivas fases de incremento, los caracteres intransferibles de su evolución
correspondientes y referidos al espacio y al tiempo en que se implantan y desenvuelven. Esta circunstancia no confirma exactamente
la sentencia determinista de Marx, que desautoriza la historia del capitalismo, cuando afirmaba que "los países industrialmente
más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio porvenir".[78] Ni es esclarecida debidamente por la sentencia de Lenin en su ya citado libro sobre el
imperialismo, cuando dice que "la exportación de capital ejerce una influencia sobre el desarrollo del capitalismo en
los países en que aquél es invertido, acelerándolo extraordinariamente".[79] Porque su autor no alcanzó a describir qué clase de influencia o cuál grado de aceleración
capitalista son los que se producen a donde el capitalismo llega. Y ni siquiera aplicó el principio de Marx sobre la relación
entre "el cambio de valores de uso de una clase por los valores de uso de otra" -que el imperialismo lleva implícito- con
la trascendente observación, también de Marx, de que "esa relación varía constantemente con los lugares y los tiempos".[80] De modo que al pasar de soslayo cuáles son las características que condicionan y peculiarizan
el inicio del sistema capitalista en los países económicamente colonizados, cuando comienza en ellos su primera o inferior
etapa, deja asimismo de lado otra advertencia de Marx sobre la inconveniencia de aplicar las mismas reglas y estimativas históricas
de espacio y de tiempo a todas las modalidades socio-económicas; bien recordada con el ejemplo de que "ya Don Quijote pagó
caro el error de creer que la caballería andante era una institución compatible con todas las formas económicas de la sociedad".[81]
Acerca de la distorsionada polémica referida a la posición filosófica marxista del Aprismo, este libro esgrime los
argumentos contenidos particularmente en su Capítulo VI, que debidamente leídos, no dejan lugar a duda acerca de nuestra línea
dialéctica, si realmente se sabe lo que dialéctica significa, en el lenguaje auténtico de Hegel y de Marx. A "los patriarcas
criollos de la ortodoxia marxista",[82] importada y repetida servil y reiteradamente en Indoamérica, se les ha recordado
más de una vez una sentencia de Lenin, o desconocida u olvidada: "No se puede comprender
plenamente "El Capital" y particularmente su Capítulo primero sin estudiar antes a fondo y comprender toda la Lógica de Hegel".[83] Puesto que es a la luz de esa Lógica que el mismo Lenin escribió:
"Nosotros
no consideramos en absoluto la teoría de Marx como algo acabado e inmutable. Estamos convencidos, por el contrario, que esta
teoría no ha hecho sino colocar piedras angulares de la ciencia que los socialistas deben impulsar en todos los sentidos,
siempre que no quieran quedar rezagados en la vida. Creemos que para los socialistas rusos, es particularmente necesario impulsar
independientemente la teoría de Marx, porque esa teoría da solamente los principios directivos generales que se aplican
en particular a Inglaterra, de un modo distinto que a Francia, a Francia de un modo distinto que a Alemania, a Alemania de
un modo distinto que a Rusia".[84]
A lo cual los repetidores
de un marxismo incompletamente aprendido y defectuosamente trasplantado a nuestros países, podrían agregar la advertencia
de Engels acerca de la peligrosa aplicación de las leyes de la economía política inglesa a la Tierra del Fuego, -y a los países
que forman parte del continente en que ella está, o que contienen en sus áreas regiones de condiciones sociales semejantes-,
tan pertinentemente formulada en el Anti-Dühring y que ha sido recogida en el prólogo
de la primera edición de este trabajo. Empero, a las intencionadas referencias que de él suelen hacer con notoria desaprensión
escritores y comentaristas áulicos o "comprometidos", empeñados en demostrar que "el Aprismo fue marxista y ya no lo es",
importa responder con los planteamientos filosóficos que sustentan la doctrina aprista, de los cuales vale decir uno de los
que aparecieron hace ya 35 años:
"El
Aprismo arranca filosóficamente del determinismo histórico de Marx y de la
dialéctica hegeliana adoptada por él para su concepción del mundo. Inspirándose
en el principio de Hegel: "Dialéctica es la fuerza irresistible ante la cual nada se
mantiene firme en las cosas, es la progresiva determinación inherente al pensamiento mismo y el resultado y negación de
éste" (Logik), y en la definición más específica de Engels: "La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales
del movimiento y evolución de la sociedad humana y el pensamiento" (Anti-Duhring),
el Aprismo fundamenta sus normas de metodización filosófica en el enunciado dialéctico
de la negación de la negación. Reconoce, así el principio universal del eterno movimiento, cambio y devenir -avizorado
por Heráclito y cada día mejor comprobado por los progresos de la ciencia- como un
proceso constante de contradicciones, negaciones y continuidad, pero reconoce también en el marxismo una escuela filosófica
sujeta a la misma ley por ella descubierta y perfeccionada. En efecto: quien adopte
el marxismo como norma filosófica no puede admitir, sin embargo, sus conclusiones
doctrinarias como dogmas inflexibles... Porque, o el marxismo es dogma yerto,
inerte, cual un ídolo, o es devenir vivo y móvil y, en este caso queda también sujeto
a la ley de la negación de la negación... Desde este punto de vista no es el determinismo
histórico una regla que se impone a todas las latitudes".[85]
Menos todavía -habremos
de aseverar al proseguir el argumento- habida cuenta de nuestra latitud latino o indoamericana. Desde ella el Aprismo
ha considerado su doctrina como una negación dialéctica del determinismo marxista -congelado y estanco por la desviación
dogmática del revisionismo de sus epígonos soviéticos-, al aplicar a nuestra historia los innovadores principios científicos
y las proyecciones filosóficas de la Relatividad de Einstein, que tan substancial y decisoriamente han revolucionado la noción newtoniana de Espacio y de Tiempo.[86]
De aquí que tanto signifique para el íntegro e imparcial conocimiento de la doctrina aprista poner en mientes que:
"Si aceptamos que Europa y América están muy lejos de ser idénticas, por su geografía, por su historia y por sus presentes
condiciones económicas y sociales, es imperativo reconocer que la aplicación global o simplista a nuestro medio de doctrinas
y normas de interpretación europea debe estar sujeta a profundas modificaciones. He aquí el sentido, la dirección, el contenido
doctrinario del APRA dentro de la línea dialéctica del marxismo interpreta la realidad indoamericana. En lo que la interpretación de una realidad nueva, característica, complicada
como lo es la nuestra, tenga que negar o modificar los preceptos que se creyeron universales y eternos, se cumplirá la
ley de las contradicciones del devenir: la continuidad condicionada por la negación".[87]
No es intempestivo
recordar aquí que ni Marx ni Engels llegaron a interpretar clasistamente la revolución de la independencia indoamericana,
sus proyecciones económico sociales, y menos aún a calibrar la dimensión histórica de sus cimeros protagonistas. Conocido
es el juicio de Marx sobre Bolívar de quien osadamente escribió que "es enojoso ver cómo a ese cobarde, vil y miserable canalla
lo glorifican como a Napoleón I".[88] De otra parte Engels, al polemizar con su coetáneo adversario ideológico el anarquista
ruso Mijail Bakunin, quien se había adelantado a calificar acertadamente la contienda, ya de tipo imperialista, de Estados
Unidos y México de 1848 como una "guerra de conquista" le refuta en el Neue Rheinische
Zeitung de 15 de febrero de 1849 definiéndola como una lucha "en interés de la civilización". Y añade:
"¿Acaso
es una desdicha que la magnifica California haya sido arrancada a los holgazanes mexicanos que no sabían qué hacer con ella?
La "independencia" de algunos españoles de California y Texas sufrirá quizá; la "justicia" y otros principios morales pueden
ser enfrentados aquí y allá, ¿pero que significa todo esto ante tantos otros hechos de este tipo en la historia universal?...
Todas esas pequeñas naciones impotentes deben estar reconocidas en suma, a quienes siguiendo las necesidades históricas
las agregan a un gran imperio, permitiéndoles así participar en un desarrollo histórico al cual, abandonadas a si mismas,
habrían permanecido completamente ajenas. Es evidente que ese resultado no podría ser obtenido sin aplastar algunas dulces
florecillas. Sin violencia no se puede llevar nada a buen fin en la historia".[89]
Y en la Deutsche-Brusseler Zeitung, en un artículo publicado bajo el epígrafe de "Los
movimientos de 1847", el mismo Federico Engels suscribió el 23 de enero de 1848, este literal comentario sobre la misma guerra
invasora de los Estados Unidos contra México:
"En
América hemos sido espectadores de la conquista de México y nos hemos alegrado por ella. Es un progreso que un país que
hasta ahora se ocupaba exclusivamente de sí mismo, desgarrado por eternas guerras civiles
y retraído a todo desarrollo, un país que a lo sumo habría de caer en el vasallaje industrial de Inglaterra, un país tal,
se vea lanzado por la violencia al desarrollo histórico. Es en el interés de su propio desarrollo que estará colocado en el
futuro bajo la tutoría de los Estados Unidos. Es en el interés de toda América, que los Estados Unidos, gracias a la conquista
de California, logren el dominio del Océano Pacífico".[90]
Este tipo
de literatura "revolucionaria europea" sobre problemas interamericanos, podría servir de prólogo a la copiosa que más tarde
preconizó la expansión imperialista yanqui en nuestro continente, cuando según el escritor norteamericano Arthur Whitaker
"una más ambiciosa y dinámica política exterior en los Estados Unidos, iba a alcanzar pleno desarrollo... bajo la dirección
de hombres como Theodore Roosevelt, Henry Cabot Lodge, Alfred Thayer Maham y Albert Shaw".[91] Ella ha sido también descrita por el profesor norteamericano de la Universidad
de Columbia, Samuel Guy Inman en un artículo muy divulgado, en su época, de la revista The
Atlantic Monthly -de julio de 1924-, del cual aparece una expresiva cita en la página 78, infra, de la presente edición. O en las textuales y muy dicientes palabras del Subsecretario de Estado de Washington,
Mr. Sumner Welles, vertidas en un discurso pronunciado en Nueva York el 14 de abril de 1943 -ya reproducidas en otros
libros míos-, que no contradicen, sino antes bien confirman, los aventurados conceptos de Engels citados ut supra, acerca de cómo nuestras "pequeñas naciones deben estar agradecidas, en suma, a quienes siguiendo las
necesidades históricas las agregan a un gran imperio":
"nuestra infantería de marina de montaña montaba guardia en territorio de uno de nuestros vecinos; en otros países,
aunque la infantería de marina había sido retirada, asesores financieros investidos de facultades dictatoriales todavía dominaban...
En otros grupos de países una perpetua espada de Damocles pendía sobre la cabeza de sus pueblos a causa de las posibilidades
de intervención de los Estados Unidos en sus asuntos internos, para mantener el orden; como consecuencia de esto, muchas
repúblicas americanas no estaban en condiciones de ser llamadas soberanas porque su soberanía era susceptible de ser violada
a voluntad por los Estados Unidos".[92]
Contra ese
imperialismo agresivo así descrito por un prominente norteamericano, y oponiéndole afirmativamente el programa integracionista
de la unión económica y política de nuestras veinte repúblicas, para resguardo y defensa de su desarrollo y común soberanía,
se fundó con el APRA, un movimiento popular independiente de toda dirección extra-continental. A lo largo del acontecer en
los años transcurridos desde la enunciación de su programa originario, él mismo ha ido enfrentando nuevos hechos históricos,
a tiempo que ha transpuesto los umbrales de la edad atómica. Iniciada ésta en su acción bélica, con el trágico desenlace de
la Segunda Guerra Mundial en el Japón, ella ha demarcado una nueva y más anchurosa distancia entre los países desarrollados
y los subdesarrollados. Ha registrado asimismo, una mudanza esencial en el sistema de relaciones competitivas entre las
opulentas potencias poseedoras de la nueva portentosa energía, las cuales confrontan asimismo una alternativa hasta ahora
por ellas desconocida: o la guerra con las revolucionadas armas termonucleares de impredecible capacidad destructiva, o la
utilización de sus ingentes poderes alcanzados por los maravillosos avances de la ciencia y de la tecnología, en beneficio
de la paz universal, y especialmente de los pueblos de desarrollo retardado. Todo hace pensar que, si el justo temor a las
incalculables proyecciones de una conflagración atómica se impone a la razón de los dirigentes políticos de las potencias
imperialistas del mundo de hoy -particularmente en los Estados Unidos y Rusia-, el principio marxista de "la violencia partera
de la historia", será negado y superado por una concepción y praxis superiores normativas de las relaciones humanas.
Esas relaciones en un mundo de coexistencia pacífica y democrática cooperación, tendrían que regirse necesariamente
por nuevas exigencias. La primera de las cuales habría de ser, con la abolición de los imperialismos opresores, la organización
equilibrada de los grandes grupos regionales o continentales de pueblos afines, en mercados comunes y confederaciones o anfictionías
interdependientes, que estabilicen equilibradas relaciones entre las áreas zonales desarrolladas y subdesarrolladas.
Planteamiento valedero de este libro es el que condiciona "la emigración de capitales" -característica del imperialismo-
como un fenómeno económico que ecuaciona la inevitable necesidad de exportarlos hacia los países a donde van a invertirse
con la que éstos tienen de recibirlos. Planteamiento del cual se deduce la importancia de establecer un nuevo sistema
de relaciones verdaderamente equitativas basado en aquellas crecientes necesidades recíprocas. Mas, si se traslada esta
imagen a la más resaltante de las interrelaciones contemporáneas, que impone el enfrentamiento del mundo desarrollado
y rico con el que aún vive en el rezago y la carencia de sus primarias etapas de crecimiento, cabe presentarla a la luz
de un nuevo postulado: la emancipación económico-social de los países subdesarrollados es tanto una perentoria exigencia
de éstos, cómo lo será para los que viven en la abundancia de su cabal desarrollo, si hemos de llegar a una subsistente y
libre coexistencia internacional socio-económica de paz y justicia auténticas.
No sólo porque ni una ni otra serán hacederas en una humanidad antagonizada y descompuesta en pueblos ricos y pobres,
violentamente desnivelados en sus avances culturales, -fuertes los unos y débiles los otros- sino, también, porque los que
tan lejos han adelantado en las conquistas y logros de la civilización y el bienestar, forman una minoría. Y como tal tendrían
que sobrellevar, tarde o temprano, la aumentante obligación de subvenir la escasez y penuria de una parte mayoritaria de la
población mundial en constante y veloz elevación demográfica. Cuya miseria y estagnación llevan implícitas una dramática disyuntiva
que los ha de obligar a una decisión histórica: o ayudar organizadamente a su liberación desarrollista a los pueblos que cada
vez en mayor número la necesitan, o someterlos a la sujeción de un neo-colonialismo. Y contra cualesquier política imperialista,
-ya sea la que Hobson analizó por primera vez en su obra magistral o lo que ahora se describe como "social-imperialismo"-[93] los pueblos insuficientemente desarrollados deben organizar y fortalecer su
defensa económica y política. La integración regional de los países hoy atrasados; la unión que posibilitará su resistencia
dinámica y coherente habrá de movilizar su impulso liberador. Para Indoamérica este inicial postulado programático integracionista
del APRA, mantiene su pleno vigor germinal de punto de partida, de nuestra indeclinable pugna social para alcanzar su emancipación
del imperialismo sin distinción de procedencia.
La contraposición cada vez más notoria entre los países desarrollados y los subdesarrollados, patentiza, como condición ineludible,
para la cabal independencia de éstos, la indeficiente ayuda técnica y económica procedente de aquéllos. Este inevitable requisito
para nuestro "despegue" transformador de las estructuras tradicionales y remisas, que tipifican su obsoleto y llagado rezago,
puede epitomarse en la reiteración de una tesis aprista de objetiva validez contemporánea inferida de su ideario: ningún país subdesarrollado podrá salir de su retraso sin la ayuda económica y tecnológica de los países desarrollados.
Es a partir de este postulado que el Aprismo sustenta la vigencia de su doctrina; no por aún incumplida en sus cabales
alcances teóricos, menos realista y positiva en su factibilidad práctica.[94] Antiimperialismo, desfeudalización, unidad continental, integración y desarrollo,
son las cuatro condiciones interdependientes del surgimiento de una Indoamérica poderosa, soberana, libre y justa, fundamentada
en la democracia social de pan y libertad. Que es el designio histórico de toda verdadera revolución.
Vitarte, 22 de febrero de 1970
V. R.
Haya de la Torre
Notas
[1] Ver pág. 104 de la presente Edición en Internet.
[2] Haya de la Torre: La Defensa Continental,
Buenos Aires, 3 ediciones, 1942 a 1946. Lima 4a. edición, 1968, pág. 98. Véase en el mismo libro los ensayos de 1940: "Definición
de nuestra Neutralidad" y "Algo más sobre neutralidad", págs. 125 y 130.
[3] Adolf Hitler: Mein Kampf. Cap.
XI, "Nación y Raza".
[4] Alan Bullock: Hitler, A Study in
Tyranny. Completely Revised Edition. Harper's & Row Publishers. New York & Evanston. 1962, pág. 806.
[5] Bullock, Ibid, pág. 399.
[6] Bullock, Ibid, pág. 399, cit., de Mein
Kampf. Cap. XI.
[7] Hitler: Mein Kampf, op. cit.,
Cap. XI. Nación y Raza. -"Nosotros produciremos un nuevo tipo de hombre, una raza de dominadores, una generación de virreyes.
Naturalmente no cabe duda que usaremos gente como esa en el Occidente". Hitler's
Secret Conversations: 1941-1944. Signet Books. New York, 1961, pág. 48. Alfred Rosenberg: Der Mythuz des 20 sten Jahrhunderts, Berlín, 1930.
[9] Herman Rauschning, ex-Presidente del Senado de Dantzig: Hitler Speaks. Londres, 1939, págs. 229-230, citado por Bullock en su libro Hitler,
op. cit., pág. 400. Del libro de Rauschning hay traducción castellana: 7a. edic. Buenos Aires. Hachette, 1940, pág. 198. Rauschning
es autor también del libro Revolution of Nihilism (Trad. inglesa). London, 1939.
[10] Rauschning: Ob. cit., Caps. IX y X, en la traducción castellana de 1940, págs.
62 y 68. Ref. en el libro Greater Good Neighbor Policy, por Wade Crawford, Barclay,
Wilett Clark & Co. New York, 1945, pág. 6. - Citado también por Granham H. Stuart: Latin
America and the United States, 4th. Edition. Appleton, New York, 1943, pág. 78 (Del libro de Rauschning: Voice of Destruction, New York, 1940, págs. 61-67).
[11] El Frente Popular en Chile, formado por comunistas, socialistas y radicales triunfó
en las elecciones de 1938 con la elección de Pedro Aguirre Cerda, agricultor, propietario, miembro del Partido Radical
Chileno. Esta coalición con "partidos burgueses" social demócratas, había sido recomendada en el VII Congreso de la Tercera
Internacional por Dimitrof, Subsecretario General, como una forma de luchar contra el Nazi-fascismo. El Congreso se celebró
en Moscú, en julio y agosto de 1935. - Leonard Schapiro: The Communist Party of the
Soviet Union. London, 1960, págs. 483-4. "Durante la época del Frente Popular los comunistas registraron sus éxitos más
apreciables. En Cuba intentaron crear una alianza con el Partido Auténtico del Dr. Grau San Martín, pero fueron repelidos.
Entonces volvieron sus ojos hacia Fulgencio Batista No fue ésta la primera ni la última vez que un partido comunista latinoamericano
colaboró con un dictador para alcanzar sus objetivos. En este caso la tentativa tuvo éxito pues la alianza con Batista duró
lo que el período del Frente Popular y condujo al nombramiento, en marzo de 1943, de Juan Marinello, como Ministro sin cartera En 1946 Gabriel González Videla ganó la elección presidencial de Chile con el apoyo
del comunismo y como consecuencia, tres de los nuevos ministerios estuvieron en manos de partidarios de esa doctrina. También
durante el lapso de cooperación a fines de la segunda gran contienda fueron echadas las bases para la creación del poder comunista
en Guatemala. Véase el libro de Cyril E. Black, Thomas P. Thornton, Communism and Revolution,
The Strategic of Political Violence. Princeton University Press. Princeton, N. J., 1964. Traduc. castellana. Edit. Troquel,
Buenos Aires, 1968, 12, América Latina. James M. Daniel: Subcapítulos: El Frente Popular, Cuba, Chile, Guatemala, págs, 401-402.
[12] El pacto de no agresión nazi-soviético fue precedido de un acuerdo económico
entre Alemania y Rusia, el cual "disponía la concesión por Alemania a la URSS, de un préstamo de 200 millones de reichmarks a cambio de entregar mercancías por valor de 180 millones. Después la URSS hacía saber secretamente
al Reich las condiciones que pondría a un acuerdo político: estaba dispuesta a
aceptar la anexión de Dantzig y del pasillo polaco a Alemania, si con esta compensación abandonaba toda aspiración a los territorios
polacos de Galitzia y Ucrania y le dejaba las manos libres en los países bálticos". Jacques Pirenne: Les Grands Courants de l'Histoire Universelle. Traduc. castellana, 4a. Edición, 1963, Vol. VIII. Cap. II, pág.
181.
[13] Leonard Schapiro: Ob. cit., London, 1960, pág. 487. Nazi-Soviet Relations. 1939-1941. Documents from the Archives of the German Foreign Office, edited by James Stuart
Biddle, Washington D.C., 1948, págs. 20-1. Sobre el discurso de Molotov, del 31 de octubre de 1939, q. v. Soviet Documents on Foreign Policy. Jean Degras, editor. Vol. III, Oxford, 1953, págs. 388-400. - Jacinto Toryho,
en su libro Stalin Análisis Espectral, presenta esta versión del citado discurso
-tomado de "Izvestia" de Moscú- con las siguientes palabras de Molotov: "Es imposible exterminar ninguna idea u opinión por
el fuego o por la espada. Se puede respetar u odiar al hitlerismo o cualquier otro género de opiniones políticas. Es cuestión
de gusto. Pero emprender una guerra para el exterminio del hitlerismo significa admitir en política una locura criminal el
pueblo alemán ha sido agredido por una pandilla de plutócratas imperialistas anglo-franceses". Ob. cit. "Americalee" Editores.
Buenos Aires, 1946, pág. 437.
[14] Rauschning refiere en sus conversaciones con Hitler que Goebbels, "había reconocido
desde los primeros años de la lucha por el poder, un estrecho parentesco entre el nacional socialismo y el bolcheviquismo.
Lo había proclamado felicitándose de ello en declaraciones públicas. Numerosos gauleiters
no tenían empacho en preconizar una alianza germano-rusa. Veían en ello el único camino para evitar rodeos y azares peligrosos...
Jamás Hitler rechazó el principio de una alianza con los Soviets, a lo menos en el círculo de sus camaradas de partido:
"Vaya usted a Moscú, le doy mi consentimiento", díjome cuando le participé ciertos proyectos capaces de activar las negociaciones
polaco-danzigüenses" (Ob. cit., Cap. XXI, pág. 117). Más adelante escribe Rauschning en el mismo capítulo: "No es Alemania
la que será bolchevizada, es el bolchevismo el que se convertirá en una especie de nacional-socialismo, respondió Hitler.
Por otra parte existen entre nosotros y los bolcheviques más puntos comunes que divergencias He tenido siempre en cuenta esta
verdad y es por ello que he dado orden de aceptar inmediatamente en el Partido a todos los ex-comunistas. Los pequeños burgueses
social demócratas y los bonzos de los sindicatos no podrán nunca volverse verdaderos nacional-socialistas: los comunistas
siempre". Rauschning, ob. cit., pág. 118.
[15] "Hitler invadió Polonia el 1° de septiembre con Rusia como pasivo aliado. Dentro
de los dos días siguientes Gran Bretaña y Francia declararon la guerra. Dos semanas más tarde las tropas soviéticas se unieron
(a las alemanas) en la ocupación del territorio polaco. En octubre, Lituania, Latvia y Estonia cedieron bases navales y aéreas
a Rusia. El 30 de noviembre el Ejército Rojo invadió Finlandia. La guerra ruso-finlandesa terminó el 13 de marzo de 1940.
Ulteriores relaciones entre Alemania y Rusia, aliadas nominales pero enemigas en espíritu, se extendieron más". Francis Trevelyan
Miller: History of World War II, Philadelphia-Toronto, 1945, pág. 361. - Véase
también The United States, Experiment in Democracy, por Avery Graven & Walter
Johnson (The University of Chicago). Ginn & Co. N. Y. London, 1947, XXXV. "From
Poland to Pearl Harbour": pág. 786, infra.
[16] "Como si las noticias del frente de Francia no hubiesen estado suficientemente
malas, se publicó que el Duce había pronunciado un discurso en el Palacio Venecia,
para anunciar la entrada de Italia en la guerra. Jamás ha merecido él, más que ese día el nombre de "César de Carnaval". Él
sabe que la suerte ha sido fatal para Francia, que sus ejércitos en retirada no ofrecen sino una débil resistencia", comenta
el presidente depuesto de Francia, Albert Lebrun, en su libro Témoinage. Plon.
París, 1945. Cap. III, pág. 76. Véase también: Diario, Conde Galeazzi Ciano, Barcelona,
1946, págs. 178 y sgtes.
[17] El 15 de julio de 1941, el Primer Ministro británico Winston Churchill, anunció
en la Cámara de los Comunes: "A fines de la semana última se hizo posible concertar un solemne acuerdo entre los gobiernos
de Gran Bretaña y Rusia, consolidando así el pleno asentimiento de los pueblos de Gran Bretaña y Rusia y de los dominios de
la Corona para una acción unificada contra el enemigo común. Ambos gobiernos se han comprometido a continuar la guerra contra
Alemania hitlerista y a ayudarse mutuamente en todo lo que sea posible y a no firmar una paz por separado El acuerdo que ha
sido suscrito y cuyo texto ha sido publicado no puede dejar de ejercer una influencia altamente benéfica y poderosa sobre
el futuro de la guerra. Ello es por cierto una alianza y el pueblo ruso es hoy nuestro aliado". Del libro Blood, Sweat and Tears. Traduc. castellana, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1941, págs. 491-492, q. v. Wulfrid
Knap: A History of War and Peace, 1939-1965, Oxford University Press, 1967, pág.
23.
[18] "La segunda guerra mundial, pues tal resultó ser después de Pearl Harbor, llevó
la política latinoamericana de Estados Unidos a su punto culminante en la tercera reunión de Ministros de Relaciones Exteriores
de Río de Janeiro, celebrada en los días 15-28 de enero de 1942, con el fin de consultarse qué es lo que debían hacer a consecuencia
de la agresión cometida contra una república hermana del Nuevo Mundo. Su primer acto fue reafirmar su declaración de que cualquier
acto de agresión contra una de ellas debía de considerarse coma un acto de agresión contra todas. Por consiguiente recomendaban
la ruptura de relaciones diplomáticas con Japón, Alemania e Italia, ya que el primero de los Estados mencionados atacó a un
país americano y los otros dos declararon la guerra al mismo". Samuel Flagg Bemis: La
Diplomacia de los Estados Unidos en la América Latina. Traduc. castellana del Fondo de Cultura Económica de México, 1944.
Cap. XXII, pág. 379.
[19] Sumner Welles: The Time for Decision,
New York & London, 1944, págs. 210 y sgtes.
[20] El Ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, comentaba en su Diario
el 20 de febrero de 1942, a propósito de la Conferencia de Río de Janeiro: "En Brasil ellos están considerando si nos declaran
o no la guerra, habida cuenta de los torpedeamientos por nuestros submarinos. Por el momento, sin embargo, cada cual es extremadamente
cauteloso en este respecto. Las naciones sudamericanas conocen perfectamente bien que la guerra no es más una mera teoría
para ellos, sino que deben tener en cuenta los torpedos alemanes en un evento de declararla. Esto es algo que después de todo
podría causar alguna inquietud a los corrompidos personajes que ahora gobiernan a las naciones sudamericanas". The Goebbels Diaries. Editado y traducido al inglés par Louis P. Lochner. Doubleday & Co. New York, 1948,
pág. 95. Otras referencias de Goebbels, sobre la Conferencia de Río se pueden hallar en el mismo libro págs. 36, 39, 46 y
92, sobre Chile, pág. 108 y sobre Argentina, pág. 203. - El Conde Galeazzo Ciano comenta: "Río de Janeiro. Los Estados Unidos
presionan para que todos los países sudamericanos rompan sus relaciones con nosotros. Si esto ocurre el Duce piensa que lo
mejor es declarar la guerra, así pondremos a los Estados Unidos en la necesidad de defenderse en un amplísimo frente". "Quieren
una guerra blanca -dice Mussolini- pues les daremos una guerra roja". Ciano. Ob. cit., 3a. edición, 1952, Barcelona, pág.
485.
[21] Sumner Welles: The Time for Decision.
op cit., ibid, q. v. Appendix, pág. 415. - Ver también, John C. Campbell, and Research Staff: The United States in World Affairs. Harper, New York, 1947. Chap. VII, págs. 206 y sgtes.
[22] En el diálogo textual que James F. Byrnes reproduce en su libro Speaking Frankly, Harper, New York, 1947, entre Stalin y Roosevelt en Yalta, el Presidente norteamericano al responder
a la pregunta de Stalin sobre la situación de las repúblicas latinoamericanas, invitadas a la Conferencia de las Naciones
Unidas, que no han declarado la guerra, dice: "Hace cuatro años el Sub-Secretario de Estado, Mr. Welles, dijo a las repúblicas
sudamericanas que no era necesario declarar la guerra a Alemania pero que era necesario romper relaciones diplomáticas...
Francamente fue un error de Mr. Welles no aconsejarles que declararan la guerra en vez de que meramente rompieran relaciones
Mi idea sería invitar solamente a aquellas naciones asociadas que nos han ayudado con la condición de que declaren la guerra.
El Mariscal Stalin: "¿Cuándo deberán actuar?". - El Presidente: "Inmediatamente. Póngales un límite". - El Mariscal Stalin:
"Digamos, el primero de marzo". - El Presidente: "Muy bien, el primero de marzo". Ob. cit., págs. 38, 39.
[23] Véase en la presente Edición en Internet la pág. 85 y la Nota a la Primera Edición
(pág. 8).
[24] J. A. Hobson: Imperialism. A Study.
1st. edition 1902, 2th. edition 1905, 3th. edition 1938, 6th. impresión 1961. Allen, London. Part 1, págs. 21-22. John Atkinson
Hobson (1858-1940), economista y sociólogo liberal inglés, educado en Oxford de cuya Universidad fue "lecturer" -así como en la de Londres-, entre 1887 y 1897. En 1889 había expuesto por primera vez su teoría según
la cual las crisis periódicas son causadas por la mala distribución de la riqueza, en un libro titulado The Physiology of Industry que Hobson publicó en colaboración con A. F. Mummery. Pero cinco años después perfecciona
su tesis en otro libro: The Problem of Unemployed (Methuen, London, 1896). En 1898,
Hobson atacó las teorías imperialistas del ministro Joseph Chamberlain, el famoso "Colonial
Secretary" de la guerra sudafricana o Anglo-Boer. En 1899, Hobson fue a Sud-África enviado por el diario liberal The Manchester Guardian y publica una serie de artículos execrando las atrocidades de la contienda. En 1900, publicó
en Londres su sensacional libro The War in South Africa, con vigorosas páginas
contra el imperialismo militar británico. Y en 1901 publicó también en Londres, otro libro anti-bélico: Psychology of Jingoism. En 1902 apareció su libro fundamental Imperialism.
A Study, de gran impacto publicitario, cuya segunda edición se publicó en 1905. Hobson, previendo las consecuencias
de las rivalidades imperialistas comerciales entre grandes firmas inglesas, americanas y alemanas, publicó otra obra de mucha
reputación: The German Panic (London, 1913) en vísperas de la primera guerra mundial,
de la que importa leer las páginas 3 a 30. Además de sus famosas obras The Industrial
System (London, 1909) y Work and Wealth (London, 1914). En 1938, dos años antes
de su muerte, publicó la última edición, revisada por él, de su libro epocal: Imperialism.
A Study, traducido a todos los idiomas del mundo y acerca del cual se han escrito muchos volúmenes, comenzando por el
de Lenin.
[25] Lenin: El Imperialismo Etapa Superior
del Capitalismo. Traduc. "de la última edición del Instituto Lenin" de Moscú. Ediciones Europa-América: París, Buenos
Aires, sin fecha. Prólogo: págs. 9-10. Edición confrontada con la alemana, francesa e inglesa del Instituto Lenin de Moscú
y las que aparecieron baja el título de "Imperialismo la última etapa del capitalismo", usado por Rosa Luxemburgo, q. v.,
Die Akkumulation des Kapitals. Berlín, 1913 (Edit. 1923, pág. 361) y Rudolf Hilferding:
Das Finanzkapital, Eine Studie uber die
jungste Entwickling des Kapitalismus. Viena. 1910, passim.
[26] Hobson: ob. cit., pág. 21.
[27] "El vasto corazón del Asia que comprende del Ártico al Himalaya y de los Urales
al Pacífico, constituye Siberia. La conquista y exploración de esta ilimitada expansión de florestas, estepas y desiertos
pertenece a la gran épica de la historia. Los primeros pasos fueron dados por los cosacos del siglo XVI. Bajo el liderazgo
de Yermak Timofeyevich, ellos pulularon a través de los Urales en busca de tierras y pieles. A lo largo de un siglo todo el
continente había sido cruzado y los colonizadores se establecieron en la cuenca del río Amur, que desemboca en el Pacífico
en Nikolaievsk. Durante el siglo XVII la ocupación rusa de Siberia quedó como una serie de establecimientos o poblados...
Pero no fue hasta el siglo XIX que los zares comenzaron a consolidar todo el imperio siberiano y a fortalecer su dominación
sobre las enormes riquezas de las tierras de la cuenca del río Amur. Los primeros movimientos fueron realizados por Nikolai
Muraviev, que organizó las avanzadas rusas hacia el Pacífico en los años de 1840 a 1860 y fundó las bases pobladas de Nikolaievsky
y Vladivostock El enorme gasto de 350 millones de rublos, aseguró la construcción del ferrocarril transiberiano". Introduction to Contemporary Civilization in the West. A Source Book, by the Contemporary Civilization Staff of
the Columbia University. New York, 1946. Vol. II, págs. 788 y 789 (Selections from Industries
of Russia. Vol. III, IV. St. Petersburg, 1893).
[28] Walter Kolarz: Communism and Colonialism.
Edit. MacMillan. London, 1964. Cap. II, pág. 23.
[29] Lenin: Ob. cit., Cap. IV, pág. 85.
[30] Lenin: Ob. cit., Cap. IV, págs. 83-84-85.
[31] Lenin: Ob. cit., Cap. IV, pág. 88.
[32] Lenin: El Capitalismo de Estado y el Impuesto
en Especies. Traduc. de Juan Andrade. Biblioteca Nueva. Lista 66. Madrid. Imprenta de El Adelantado de Segovia, c. f.
pág. 7. (Extracto de un folleto aparecido en 1918). Q. v. en el mismo libro pág. 35 sobre "los muchos errores respecto a los
plazos" que "aparecen hoy como más prolongados que aparecían entonces" (sic).
[33] Lenin, ob. cit., pág. 24. "El socialismo es inconcebible sin la técnica del gran
capitalismo basada en la última palabra de la ciencia contemporánea, sin una organización gubernamental perfectamente regular,
subordinando las decenas de millones de habitantes a la estricta observación de una norma única de producción y de reparto".
Ibid, pág. 18. Y más adelante escribía: "Nosotros nos perdemos frecuentemente en razonamientos de este género: 'El capitalismo
es un mal, el socialismo es un bien'. Estos razonamientos son falsos, porque olvidan toda la complejidad de las diversas capas
económicas y sociales presentes para no ocuparse más que de dos". Lenin, ob. cit., pág. 62.
[34] Lenin: Ob. cit., pág. 35.
[35] Sobre la esclavitud, Engels escribió en El
Anti Dühring: "Sin esclavitud no hay Estado Griego: no hay arte ni ciencia griegos; sin esclavitud no hay Imperio Romano,
y sin la base del helenismo y del Imperio Romano no hay Europa moderna. Jamás deberíamos olvidar que todo nuestro desarrollo
económico, político e intelectual supone un estado en que la esclavitud era tan necesaria como generalmente reconocida. En
tal sentido tenemos derecho a decir que sin esclavitud antigua no hay socialismo moderno". Friedrich Engels: "Herr Eugen Dühring Unwalzung der Wissenschaft. II Abschnitt. IV (Traducción castellana: El Anti Dühring. Segunda parte Cap. IV).
[36] Lenin: ob. cit., pág. 62.
[37] Lenin: ob. cit., pág. 63, supra.
[38] Lenin: ob. cit., ibid.
[39] Lenin: ob. cit., pág. 47.
[40] Lenin: ob. cit., págs. 50-51.
[41] Lenin: ob. cit., pág. 51. "La concesión se basa sobre la gran industria mecánica,
la cooperación sobre la pequeña industria manual e incluso patriarcal", remarca en la pág. 59. Infra.
[42] Lenin: ob. cit., pág. 57.
[43] Lenin: ob. cit., pág. 57. Ref. pág. 56.
[44] Lenin: ob. cit., pág. 230. - Discurso pronunciado el 17 de octubre de 1921 ante
el Congreso de Educación Política de Moscú.
[45] León Trotsky: Stalin. An Appraisal of
the man and his influence. Edited and translated from Russian by Charles Malamuth. Harper's New York, 1946. págs. 1, 2,
420.
[46] J. Stalin: Fragen des Leninismus.
Verlag für Frendsprachige Literatura. Moskau, 1947. Confrontada con traducción castellana: Cuestiones del Leninismo. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1941, pág. 186.
[47] Stalin: ob. cit., pág. 186. Fechado el 25 de enero de 1926.
[48] Stalin: ob. cit., pág. 167: "Esta tesis va dirigida contra la teoría de los social
demócratas que consideran como utopía la toma del poder por el proletariado en un solo país, si no va acompañada al mismo
tiempo por la revolución victoriosa en otros países". Ibid.
[49] Stalin: ob. cit., pág. 107, supra.
[50] Stalin: ob. cit., pág. 113: "La revolución permanente de Trotsky es la negación
de la teoría leninista de la revolución proletaria". Ibid.
[51] Stalin: ob. cit., págs. 109, 110, 111, 113, 114: "Con discursos melifluos y democracia
podrida no se puede llenar el enorme abismo abierto entre la teoría de la 'revolución permanente' y el leninismo" (sic.) pág.
115, ibid.
[52] Stalin: ob. cit., pág. 317 (En el XII Aniversario de la Revolución de Octubre).
"Este viraje se ha producido y se sigue produciendo bajo el signo de la ofensiva resuelta del socialismo contra los elementos
capitalistas de la ciudad y el campo", ibid.
[53] Stalin: ob. cit., pág. 329 ("Pravda",
Moscú No. 259. Noviembre 7, 1929).
[54] Stalin: ob. cit., págs. 435-475: Discurso de enero 7 de 1933.
[55] Stalin: ob. cit., pág. 606. Del informe al XVIII Congreso de los Soviets, Noviembre
25 de 1936: "... ahora estamos en el último período de la NEP, en el fin de la NEP, en un periodo de completa liquidación
del capitalismo", pág. 605.
[56] Stalin: ob. cit., pág. 633.
[57] Andrei D. Sakharov: Progress, Coexistence
and Intellectual Freedom. Translated by The New York Times. W. W. Norton & Co. New York, escribe en su ya célebre
libro: "Por lo menos 10 a 15 millones de personas perecieron en las cámaras de tortura de la N.K.V.D. -policía secreta- de
tortura y ejecución, en los campos para exiliados kulaks -ricos campesinos- y para los llamados semikulaks y miembros de sus
familias, y en campos 'sin el derecho de correspondencia' -que eran de hecho el prototipo de los campos fascistas de
la muerte, donde por ejemplo, miles de prisioneros fueron ametrallados debido a 'sobre-población' o como el resultado de 'órdenes
especiales'-. La gente perecía en las minas de Norilsk y Vorkuta de frío, de hambre o de trabajo exhaustivo en los intolerables
proyectos de construcción, en corte de madera, apertura de canales o simplemente durante su transportación en trenes de prisioneros
o en las sobrecargadas bodegas de los 'barcos de la muerte' en el Mar de Okhotsk y durante los traslados de pueblos enteros:
los tártaros de Crimea, los alemanes del Volga, los kalmyks y otros pueblos caucasianos. Lectores del periódico literario
Novy Mir han podido leer recientemente la descripción del 'camino de la muerte'
entre Norilsk e Igarka, en la Siberia del Norte", ob. cit. VI, pág. 52. En las notas del mismo libro Harrison E. Salisbury
remarca que el famoso escritor Aleksandre Solzhenitsyn, una víctima de los campos de concentración que hizo un detenido
estudio del sistema (de prisiones) ha hecho estimativas completamente similares a las de Sakharov, ob. cit., págs. 110-111.
[58] El 22 de mayo de 1943, Rusia anunció al mundo que la III Internacional había
sido disuelta el 15 del mismo mes. En setiembre de 1943, la iglesia ortodoxa rusa recibió de los Soviets notables concesiones:
el patriarca Sergio fue elegido y oficialmente reconocido y algunos establecimientos de instrucción teológica fueron permitidos.
A la muerte de Sergio fue elegido patriarca de Moscú, en 1944, Alexis, patriarca de Leningrado. En marzo de 1944, el gobierno
soviético anunció que el himno proletario "La Internacional" había sido abolido como himno oficial y sustituido por un himno
nacional patriótico. Ya el 20 de febrero de 1944 la United Press transmitía desde Moscú la proclama paneslavista de Stalin
exaltando "la lucha armada de los pueblos eslavos contra los imperialistas hitleristas". Y el 23 del mismo mes, también
la United Press, transmitía desde Moscú que el Comité de Combatientes Pan-Eslavo, comunicó al presidente Roosevelt y al Premier
Churchill su saludo con una mención de "los combatientes norteamericanos de origen eslavo". Q. v. William G. Bullit:
The Great Globe Itself, New York, 1946. A. M. Ammann: Abriss der Ostlawischen Kirchengegshihte (1950); John Shelton Curtiss: The
Russian Church and the Soviet State, 1917-1950. London-New York, 1950. Haya
de la Torre: Y Después de la Guerra ¿Qué?, Lima, 1946, pág. 197, citado en mi libro
Treinta Años de Aprismo. México 1956, pág. 110.
[59] A. D. Sakharov: ob. cit., pág. 63.
[60] Antonio Giolitti: Il Comunismo in Europa,
Garzanti, Milano, 1960. Parte Cuarta: Il XX Congreso, b) Khruschev: raporto "segreto", pág. 240.
[61] Giolitti, ob. cit., pág. 243.
[63] A. D. Sakharov: Ob. cit., pág. 54.
[65] Comercio Exterior de la Unión Soviética -1966- Importaciones: 7,122,000,000 de
rublos. Exportaciones: 7,957,000,000 de rublos. Unidad monetaria: 0.90 rublos = 1 dólar y 2.16 rublos = 1 libra esterlina.
Presupuesto 1968: Ingresos 123,912,000,000 rublos. Egresos: 123,604,000,000 de rublos. Book
of the Year, Britannica. 1969, pág. 766.
[66] El editor de la edición castellana del libro El
Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo (Biblioteca Marxista. Traducción de la última edición del Instituto Lenin.
Ediciones Europa-América: París, Buenos Aires) advierte en una nota inicial de la pág. 7 que "las ediciones que de esta obra...
se habían hecho en todos los idiomas hasta 1930 eran incompletas y llevaban por título: "El Imperialismo última etapa del
Capitalismo". Rosa Luxemburgo (1870-1919) en su libro Die Akkumulation des Kapitals.
Edit. Berlín, 1923, pág. 361, llama al imperialismo "la última etapa del capitalismo". Q. v. Richard Koebner & Elmut Adan
Schmidt: Imperialism, The Story and Significance of a Political World, 1840-1960.
Cambridge at the University Press, 1964, passim.
[67] Informes económicos recientes han dado a conocer la realización de contratos
de la Unión Soviética con la "Fiat" de Milán, para la implantación de fábricas
de automóviles en territorio ruso. También de contratos con la firma italiana "Olivetti",
así como gestiones con capitales japoneses para explotación de minas de cobre en Siberia.
[68] Título del capítulo IV de mi libro: Treinta
Años de Aprismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1956, pág. 81.
[69] Ver la pág. 62 de la presente Edición en Internet.
[70] Las divisiones de los partidos comunistas provocadas por las denuncias de Khruschev
contra Stalin, 1956, la subsiguiente sublevación de Hungría y las sangrientas represiones, así como la invasión de Checoslovaquia
de 1968 y los nuevos conflictos con China, han multiplicado el divisionismo comunista que, en Indoamérica, ha aumentado más
aún con otros movimientos de varias denominaciones dispersas.
[71] Característicos casos de la "izquierda chilena", ahora de nuevo reagrupada en
un "frente" que una vez mas coaliciona a comunistas, grupos socialistas y radicales para las elecciones de 1970.
[72] G. D. H. Cole: A History of Socialist
Thought. London, MacMillan, 1961. Communism and Democracy, 1914-1931. Vol. IV.
Part. II, págs. 761-762. Traduc. castellana: Historia del Pensamiento Socialista.
Fondo de Cultura Económica, México, 1962, Vol. VI, pág. 275.
[73] Cole. Ibid., edic. inglesa, pág. 766, edic. castellana, pág. 280.
[74] Cole. Ibid., edic. inglesa, pág. 767, edic. castellana, pág. 280.
[75] George Pendle: A History of Latin American.
Penguin Books, London, 1963. Chap. 15, pág. 187.
[76] R. A. Humphreys: The Evolution of Modern
Latin America. Oxford, Clarendon Press, 1946, pág. 23. Q. v. Robert J. Alexander: Prophets
of Revolution. The Macmillan Co. New York, 1962, págs. 75-108. Latin American
Issues. Edit, by Albert O. Hirschman. New York, 1961, págs. 10, 11, 14, 16. - Martin Needler: Latin American Politics in Perspective. Van Nostrand Co. Princeton N. J. 1963, págs. 27-28, 93, 98, 99, 117. -
Francois Bourricaud: Pourvoir et Societé dans le Perou Contemporain. Edit. Armand
Colin, 1967. Part. II, págs. 141-185. - Marcel Niedergang: Les 20 Ameriques Latines.
Plon. París, 1965, pág. 303 y siguientes. - Herbert Wendt: Der schwarz, weiss rote
Kontinent Lateinamerika - Reformer und Rebellen. Gerhard Stalling Verlag. Oldenburg. Kapitel V, págs. 224, 227, 235. -
Serafino Romualdi: Presidents and Peons. Funk Wagnalls. New York, 1967, págs. 24,
76, 81, 85, 67, 292-321. - Milton S. Eisenhower: The Wine is Bitter. The United States and Latin America. Doubleday Co. New York, 1963. págs. 320-323. - Robert J. Alexander:
Today's Latin America. Anchor Books. New York, 1962. - The Ideas of Haya de la Torre, pág. 7. Enciclopædia Britannica. 1966, Vol. 11, pág. 191. Vol. 13, pág. 76. Vol.
17, pág. 716, ref. (asylum). Vol. 2, pág. 660.
[77] Walt Whitman Rostow: The Stages of Economic
Growth, a Non Communist Manifesto, Cambridge University Press, 1960. Chap. II, passim. Traduc. castellana: Las Etapas del Crecimiento Económico, Un Manifiesto No Comunista. Fondo de Cultura Económica,
México. 2a. edic. 1963, pág. 18.
[78] Karl Marx: Das Kapital, cualquier
traducción. Prólogo de Marx a la primera edición alemana, 1867.
[79] Lenin: El Imperialismo Etapa Superior
del Capitalismo. ob. cit., Cap. IV, traduc. castellana, pág. 87.
[80] Karl Marx, Das Kapital. ob. cit.,
Cap. I. La Mercancía. - Herbert Marcuse al referirse a "los llamados países atrasados del Tercer Mundo" ha dicho que "hemos
de convenir en que el proletariado del Tercer Mundo sólo es proletariado industrial en una proporción muy exigua, y que en
su gran mayoría es un proletariado agrario, y en este sentido existe efectivamente una gran diferencia con respecto a la concepción
marxista". Herbert Marcuse: El Fin de la Utopía, Trad. C. Gerhard, México, 1969,
pág. 155.
[81] Karl Marx: Das Kapital. ob. cit.,
Cap. I. 3. La Mercancía. En la muy deficiente traducción de Wenceslao Roses, del Fondo de Cultura Económica de México,
1946, esta cita aparece en la pág. 91, infra. Es muy importante leer el Cap. XXV
y último del primer volumen de "Das Kapital" sobre "La Moderna Teoría de la Colonización",
a propósito del libro del estadista y colonizador británico de Nueva Zelanda, Edward Gibbon Wakefield (1796-1862), England and America, publicado en 1833, para seguir el todavía confuso juicio de Marx sobre la etapa inicial del
capitalismo en los países coloniales que hoy llamaríamos "subdesarrollados". Aunque aparezca mucho más claro y completo su
enfoque que el de Lenin sobre la primera o inferior etapa del imperialismo en los países a donde el capitalismo llega.
[82] Q. v. pág. 114 de la presente Edición en Internet.
[83] Lenin: Cuadernos de la Historia de la
Filosofía, bajo la dirección del profesor A. V. Scheglov de la Academia de Ciencias de la URSS. Trad. Edit. Problemas.
Buenos Aires, 1942, pág. 178.
[84] Cita incursa en el informe de Stalin al XVIII Congreso del Partido Comunista
de la URSS. Q. v. J. Stalin: Cuestiones del Leninismo, ob. cit., Moscú 1941, edic.
castellana, pág. 711. Tomado de Lenin. Vol. II, pág. 492,"Nuestro Programa" Edic. oficial rusa.
[85] De la Revista Claridad de Buenos Aires,
1935. Reproducción en mi libro Espacio-Tiempo Histórico, Lima 1948, pág. 3. Subrayados
míos. H. de la T.
[87] Q. v. pág. 114 de la presente Edición en Internet. Subrayados míos. H. de la T.
[88] Historia de los países Coloniales y Dependientes
-América Latina-, publicado por el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Traducida y Editada
por "Ediciones Nueva América". Santiago de Chile, 1941, pág. 66. Tomadas de la edición rusa de las Obras Completas de Marx
y Engels, Tomo XXII, pág. 304 ya citadas en mi libro Espacio Tiempo Histórico,
ob. cit., Diálogo 2, pág. 150.
[89] Citado por Walter Kolarz: Communism and
Colonialism, ob. cit. Chap. IX, pág. 101.
[90] Traducción tomada del libro de Gustavo Beyhaut: Raíces Contemporáneas de América Latina. Eudeba Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964. Cap. II, pág. 74.
[91] Arthur P. Whitaker: The United States
and South America. The Northern Republics. Harvard University Press, 1948. Part. III. 10, 2, 3, pág. 158.
[92] Sumner Welles, en su discurso pronunciado el 14 de abril de 1943. Día de las
Américas, ante el Rotary Club de Nueva York. Trad. de The New York Times del 15
del mismo mes. Citado en mi libro Y después de la Guerra ¿Qué?, ob. cit., Lima,
1946, pág. 65.
[93] "Social-Imperialismo es un término usado por un número de autores durante los
años recientes. Uno de ellos, Franz Neumann (The Structures and Practice of National
Socialism. London, Gollanz, 1944, págs. 153-55) lo ha descrito coma un intento, de parte de las clases gobernantes para
proporcionar una base de masas al imperialismo; un intento de incorporar a las clases trabajadoras dentro del sistema
imperialista". Concesiones a las masas, tales "como la extensión de franquicias o de beneficios materiales" -explica
Neumann- "fueron empleadas para asegurar apoyo popular a la expansión agresiva". El economista J. A. Schumpeter,
en un famoso ensayo escrito en 1919, define al social-imperialismo, como un imperialismo en el que "los empresarios y
otros elementos cortejan a los trabajadores por medio de concesiones de bienestar social que parecen depender del buen éxito
de la exportación monopolista". Joseph A. Schumpeter: Imperialism and Social Classes.
Oxford, Blackwell, 1951, págs. 114-115 and passim. (Citas del libro de Bernard Semmel, Imperialism and Social Reform, Ruskin House. London, 1960, pág. 13). Ver también: A. Grabowsky: Der Sozialimperialismus als lezte Etappe des Imperialismus, 1939, passim. Q. v. N. I. Bukharin: Mirovoe khozyaistvoi i Imperializm. Moskow, 1918, traduc. Imperialism and
World Economy, New York, 1929, passim. Ref. Josef Schumpeter: Zur Sociologie der
Imperialismen. Tubingen, 1919, passim.
[94] El tratado que establece una zona de libre comercio e instituye la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), suscrito en Montevideo el 18 de febrero de 1960 -originalmente por Argentina, Brasil,
Chile, México, Paraguay, el Perú y el Uruguay-; el Tratado General de Integración Económica Centroamericana -suscrito
en Managua el 13 de diciembre de 1960- por Guatemala, El Salvador, Honduras; la fundación del Parlamento Latinoamericano -por
iniciativa de la representación parlamentaria del Partido Aprista del Perú-, así como el establecimiento del Banco Interamericano
de Desarrollo, marcan ya los primeros pasos positivos hacia la unidad económica y política de los pueblos indoamericanos.
Ref. Integración de la América Latina. Experiencias y perspectivas. Edición preparada
por Miguel S. Wionczek. Fondo de Cultura Económica. México, 1964, passim.
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